La hiperamonemia es un trastorno metabólico causado por una cantidad excesiva de amoníaco en la sangre. El amoníaco es una sustancia compuesta de nitrógeno e hidrógeno, y es un componente principal del ciclo de la urea, que es un proceso que se refiere a la transformación del amoníaco en un compuesto orgánico menos tóxico llamado urea. Por lo tanto, un exceso de amoníaco representa un mayor nivel de efectos tóxicos en el cuerpo. Esto afecta particularmente al sistema nervioso central, que forma el componente principal del sistema nervioso, que comprende el cerebro y la médula espinal.
La enfermedad se divide en dos tipos: hiperamonemia primaria e hiperamonemia secundaria. Ambos son causados por un grupo de enfermedades genéticas caracterizadas por una disfunción metabólica provocada por una actividad enzimática reducida y el consiguiente aumento de la toxicidad. Se conocen colectivamente como errores innatos del metabolismo, una frase acuñada por el médico británico Archibald Garrod de los siglos XIX y XX.
Sin embargo, con la hiperamonemia primaria, estos errores ocurren en el ciclo de la urea. Un ejemplo de sus trastornos asociados es la citrulinemia, que implica la acumulación de amoníaco en la sangre debido a la deficiencia de ácido argininosuccínico sintetasa. Otros ejemplos incluyen la deficiencia de N-acetilglutamato sintetasa, la deficiencia de ornitina translocasa y la deficiencia de arginasa, cada una de las cuales lleva el nombre de la enzima que falta en el ciclo de la urea. Los errores de hiperamonemia secundaria ocurren fuera del ciclo de la urea. Dos ejemplos son la acidemia metilmalónica y la academia propiónica, que pertenecen a una clase de trastornos metabólicos de aminoácidos conocida como academia orgánica.
Hay muy pocos síntomas físicos específicos de hiperamonemia. Sin embargo, algunos investigadores médicos han notado que los pacientes lactantes suelen presentar deshidratación, letargo, respiración rápida y reducción de la fuerza muscular. Además, tienden a desarrollar fontanelas más grandes de lo habitual, que son puntos blandos en el cráneo de los bebés donde el hueso aún no se ha formado por completo.
Los médicos tratan a las personas con hiperamonemia aumentando la excreción de amoníaco y restringiendo su ingesta mediante la prescripción de agentes farmacológicos como el fenilacetato y el benzoato de sodio. Si no se atiende, la hiperamonemia puede provocar encefalopatía, que es un trastorno cerebral.
La forma más común de encefalopatía inducida por hiperamonemia es la encefalopatía hepática. También conocida como encefalopatía portosistémica, esta condición se caracteriza por insuficiencia hepática como resultado de que el órgano no puede manejar el exceso de amoníaco entre otros elementos tóxicos. La encefalopatía hepática puede provocar un coma y, en última instancia, la muerte. Para tal condición, siempre se recomienda un trasplante de hígado o células hepáticas.