La sepsis neonatal, también conocida como sepsis neonatorum, es una infección de la sangre que afecta a los bebés de tres meses de edad o menos. Los síntomas asociados con esta afección pueden manifestarse en cualquier momento durante los primeros tres meses de vida. El tratamiento para esta afección generalmente implica la administración de un antibiótico y puede requerir hospitalización. La sepsis neonatal se considera una enfermedad progresiva que puede presentar síntomas leves que empeoran con el tiempo, lo que aumenta el riesgo de que el bebé tenga complicaciones que pueden incluir deterioro de la función orgánica, discapacidad y muerte.
La sepsis neonatorum se asocia comúnmente con la exposición a diversas bacterias que incluyen Listeria, Escherichia (E. coli) y estreptococos del grupo B. La exposición bacteriana y la infección pueden transmitirse al bebé mientras está en el útero o durante el proceso de parto. Varias situaciones pueden aumentar el riesgo de que un bebé desarrolle sepsis neonatal.
Los bebés que estuvieron expuestos al estreptococo del grupo B mientras estaban en el útero pueden tener un mayor riesgo de presentar síntomas en las primeras semanas de vida. Los problemas de la placenta, como una infección o la ruptura del tejido placentario, pueden aumentar el riesgo de que un bebé desarrolle sepsis neonatal. Los partos prematuros, las condiciones de parto insalubres y las hospitalizaciones prolongadas después del parto también aumentan el riesgo de que el bebé desarrolle este tipo de infección de la sangre.
Signos como fluctuaciones en la temperatura corporal, frecuencia cardíaca reducida y dificultad respiratoria pueden ser indicativos de sepsis neonatal. Los bebés con sepsis neonatal pueden estar letárgicos, experimentar convulsiones o presentar distensión en la región abdominal. Los signos adicionales de sepsis neonatal pueden incluir vómitos, diarrea y un nivel bajo de glucosa.
Se pueden utilizar pruebas de laboratorio para determinar la presencia de bacterias y ayudar a confirmar un diagnóstico de sepsis neonatal. Se pueden realizar análisis de sangre, que incluyen un hemocultivo y un hemograma completo (CBC), para evaluar los niveles de proteína, el recuento de células sanguíneas y el nivel de proteína C reactiva (PCR). Un nivel elevado de PCR se utiliza como marcador para indicar la presencia de inflamación en el cuerpo. En algunos casos, se puede realizar una punción lumbar para evaluar si el líquido cefalorraquídeo está libre de bacterias. También se puede realizar un análisis de orina para buscar marcadores indicativos de enfermedad o infección.
A los bebés con sospecha de sepsis neonatorum se les pueden administrar antibióticos como medida de precaución mientras los resultados de las pruebas están pendientes. Tras la confirmación de un diagnóstico, se puede colocar al bebé en un régimen de antibióticos y monitorearlo con visitas regulares al consultorio o de forma ambulatoria. Un bebé que presenta síntomas graves puede ser hospitalizado y recibir líquidos por vía intravenosa, antibióticos y otros medicamentos, incluidos corticosteroides e insulina, para estabilizar su afección.
Los bebés con sepsis neonatorum que reciben un diagnóstico oportuno y un tratamiento oportuno y adecuado generalmente se recuperan por completo sin ningún daño permanente o problemas de salud residuales. Si no se trata con prontitud, los síntomas pueden empeorar y provocar la propagación de la infección que, en última instancia, puede afectar la función de los órganos y causar más complicaciones. Las complicaciones adicionales asociadas con esta afección pueden incluir discapacidad y muerte. Como una de las principales causas de mortalidad infantil, la sepsis neonatal se puede prevenir mediante medidas proactivas tomadas durante el embarazo, incluido el uso de antibióticos para tratar la infección existente, la administración de antibióticos preventivos y la provisión de un entorno sanitario para el parto.