Los trastornos sanguíneos son afecciones físicas que impiden el funcionamiento normal de la sangre en el cuerpo. Un trastorno puede involucrar factores que interfieren con la producción de los componentes individuales que se encuentran en la sangre, como la hemoglobina o las proteínas sanguíneas. La naturaleza de un trastorno sanguíneo también puede incluir situaciones en las que la sangre no se coagula correctamente o las células sanguíneas en sí están mal formadas o infectadas.
Actualmente se conoce una amplia gama de enfermedades de la sangre. La anemia es uno de los ejemplos más comunes de un trastorno sanguíneo. A veces llamada sangre cansada, es probable que una persona anémica carezca de proteínas y otros elementos en la sangre. Como resultado, la sangre no puede transportar los nutrientes necesarios a varias partes del cuerpo y es probable que el individuo se sienta fatigado con más frecuencia. Con el tiempo, la anemia también puede tener un impacto negativo en las emociones, ya que la sangre no puede proporcionar una nutrición adecuada al cerebro para la producción de sustancias químicas que ayudan a mantener un estado de ánimo equilibrado.
La anemia de células falciformes es uno de los tipos más graves de trastornos anémicos de la sangre. Además de la fatiga, es probable que una persona que padece este trastorno también experimente mucho dolor. El dolor puede localizarse en una parte del cuerpo o migrar a diferentes áreas a lo largo del día.
La hemofilia es otro trastorno sanguíneo relativamente común. Los hemofílicos padecen una afección en la que la sangre carece de la capacidad normal de coagulación. Esto significa que un pequeño corte o rasguño que tendría pocas consecuencias para la mayoría de las personas puede ser un problema grave para un hemofílico o sangrante libre. Se deben tomar precauciones especiales para evitar cortes, ya que la pérdida de sangre puede ser rápida y significativa.
Un trastorno sanguíneo también puede significar la presencia de algún tipo de enfermedad en el torrente sanguíneo. La presencia de la enfermedad en la sangre significa que es posible infectar varios órganos vitales si la afección no se detecta y corrige a tiempo. El cáncer de transmisión sanguínea, especialmente en forma de linfoma o leucemia, son dos ejemplos principales.
Afortunadamente, muchos problemas de trastornos sanguíneos pueden tratarse con éxito si se detectan en las primeras etapas. Sin embargo, algunas condiciones no se pueden revertir. Cuando ese es el caso, los profesionales médicos pueden optar por administrar medicamentos de manera continua para contener el trastorno sanguíneo, o hacer uso de transfusiones como un medio para debilitar la enfermedad hasta el punto en que pueda ser contenida.