¿Qué es la ceguera cortical?

La ceguera cortical es la pérdida de la visión debido a un daño en la porción visual de la corteza occipital en el cerebro. Aunque el ojo afectado es físicamente normal y saludable, el daño cerebral da como resultado la pérdida total o parcial de la visión. La pupila de un ojo ciego cortical todavía se dilata y se contrae en respuesta a los cambios de luz, porque esta reacción es un reflejo y no depende del cerebro.

Hay muchas causas posibles de ceguera cortical. Puede ser el resultado de daños físicos en la corteza occipital, como lesiones. También puede ser causada por la oclusión de la arteria cerebral posterior, que suministra sangre oxigenada a la corteza occipital. También es un efecto secundario del uso prolongado de algunos anticonvulsivos, medicamentos recetados que se usan para tratar las convulsiones epilépticas.

La ceguera cortical a veces se presenta con alucinaciones o con la negación de la ceguera. Algunos pacientes que padecen esta afección pueden ver objetos en movimiento, pero no fijos. En todos los casos del trastorno, las estructuras del ojo en sí, como la retina y el iris, funcionan normalmente, a menos que existan problemas oculares separados.

En el síndrome de Anton-Babinski, un síntoma raro de daño cerebral, que lleva el nombre de los neurólogos Gabriel Anton y Joseph Babinski, el paciente es corticalmente ciego, pero insiste en la capacidad de ver. El síndrome de Anton-Babinski ocurre con mayor frecuencia después de un accidente cerebrovascular, pero también puede ser el resultado de una lesión en la cabeza. En el fenómeno de Riddoch, un tipo de ceguera cortical, las lesiones en la corteza occipital hacen que el paciente pierda la capacidad de ver objetos estáticos. El paciente puede ver el movimiento, pero en algunos casos no puede percibir la forma o el color de los objetos en movimiento.

Cuando la ceguera cortical es menor que la total, también se denomina discapacidad visual cortical (CVI). Los síntomas de CVI pueden incluir la capacidad visual que varía de un día a otro, una discrepancia en la capacidad visual entre los dos ojos, un campo de visión estrecho y fotofobia o aversión a la luz. Si el CVI es peor en un ojo que en el otro, puede producirse una percepción de la profundidad deficiente. Un paciente con CVI también puede percibir algunos tipos de objetos mejor que otros; por ejemplo, es posible que pueda leer un texto, pero tenga dificultad para percibir los rostros. La CVI no suele asociarse con la pérdida de la capacidad de ver colores, pero algunos colores, especialmente el amarillo y el rojo, pueden ser más fáciles de ver que otros.