Diógenes fue un destacado filósofo griego que se hizo famoso por ser el padre del cinismo. Como cínico, Diógenes rechazó las normas y convenciones humanas, intentando vivir una vida lo más cercana posible a la naturaleza para liberar su mente. No sobrevive ningún escrito conocido de Diógenes; lo que sabemos de él proviene de los escritos de seguidores y contemporáneos, que describieron con detenimiento algunas de sus hazañas. En algunos casos, es difícil decir dónde cae la marca entre la leyenda y la realidad con Diógenes, porque surgió un enorme cuerpo de mitología en torno al hombre y su peculiar vida.
Nació alrededor del 400 a. C. en Sinope, y toda la evidencia sugiere que fue exiliado o alentado a irse cuando era joven como castigo por desfigurar la moneda. Desde Sinope, se dirigió a Atenas, y finalmente terminó en Corinto y murió alrededor del 325 a. C. A lo largo del camino, Diógenes atrajo mucha atención con sus puntos de vista radicales, y es famoso por deshacerse de todas sus posesiones mundanas una por una.
Según Diógenes, la mente de uno tenía que ser libre para buscar sabiduría, y esto significaba que era necesario ignorar cosas como riqueza, rango, privilegio y otras convenciones humanas. Además, abogó por un estilo de vida más franco y natural, utilizando famosos perros como inspiración. Diógenes señaló que los perros se sienten cómodos haciendo casi cualquier cosa en público, y él siguió su ejemplo, defecando en plazas públicas, orinando sobre personas que no le gustaban y permitiéndose una variedad de actos lascivos a plena vista.
«Cínico» de hecho proviene de la palabra griega antigua para perro, kyon, y Diógenes abogaba por una vida perruna de sencillez y honestidad franca. Tenía pocas posesiones, vivía una vida de pobreza en las calles; se dice que rompió su última posesión, un cuenco, al ver a un campesino beber de sus manos. En Atenas, Diógenes disfrutó enormemente de antagonizar a otros filósofos, y vagaba por la ciudad con una lámpara encendida durante el día, diciendo que estaba buscando un hombre honesto.
Según todos los informes, Diógenes tenía una lengua muy afilada y un ingenio mordaz. A sus ojos, nada era sagrado y todo brindaba una oportunidad para la burla y la deconstrucción, dado el tiempo. Por ejemplo, al escuchar la declaración de Platón de que el hombre es un bípedo sin plumas con dos patas, Diógenes le presentó triunfalmente a Platón un pollo desplumado.