La terapia de aversión es el proceso de utilizar estímulos desagradables para eliminar hábitos indeseables o conductas autodestructivas. Se basa en la teoría psicológica del aprendizaje conductual que establece que la mayoría de los comportamientos se aprenden y, por lo tanto, se pueden cambiar. La terapia de aversión se puede usar para casi cualquier hábito o comportamiento, pero tiende a implementarse con mayor frecuencia para tratar la adicción a sustancias y rehabilitar a los delincuentes sexuales.
Muchos tipos de terapia tienden a centrarse en las relaciones. Los terapeutas pueden tener sesiones personales con los clientes y ofrecer consejos y sugerencias sobre cómo mejorar las habilidades de afrontamiento o toma de decisiones. La terapia de aversión difiere porque típicamente solo se centra en el comportamiento. Los terapeutas trabajan con los clientes para cambiar únicamente sus reacciones físicas a conductas destructivas o adicciones.
La aversión es el sentimiento de aversión u odio extremos. La creencia central de la terapia es que un terapeuta puede guiar a un cliente a sentir aversión hacia algo a lo que es adicto. Un estímulo negativo se combina con el hábito no deseado, conocido como estímulo objetivo.
Hay tres estímulos negativos principales que se pueden implementar, aunque los terapeutas de aversión pueden desarrollar planes personalizados para clientes individuales. Los estímulos químicos son el uso de medicamentos con efectos secundarios desagradables, como náuseas. El estímulo olfativo es la exposición a un mal olor, como el amoníaco. Los estímulos más comunes son descargas eléctricas que se administran a través de un dispositivo adherido al brazo o la pierna.
La terapia de aversión comienza con un examen médico para determinar qué métodos son seguros para la exposición de un cliente. No se recomienda que los pacientes con problemas cardíacos reciban descargas eléctricas. Antes de la terapia, un cliente firma un documento de consentimiento informado indicando que conoce el procedimiento y lo acepta.
Durante una sesión de terapia, el cliente está expuesto a su estímulo objetivo. La exposición puede ser visual mediante fotografías u objetos físicos. También puede ser verbal, en el que el cliente describe una fantasía sobre el estímulo objetivo. A medida que el cliente se expone al estímulo objetivo, el terapeuta introduce el estímulo negativo. El proceso se repite durante un período indefinido con la esperanza de que el cerebro del cliente eventualmente asocie el estímulo negativo con el estímulo objetivo, haciendo que pierda su placer.
Los críticos de la terapia de aversión argumentan que es peligrosa y poco ética. Sienten que la terapia puede ser mal utilizada y convertirse en crueldad. Otros críticos afirman que el proceso es simplemente ineficaz y puede contribuir al comportamiento hostil del cliente.