La mayoría de las personas equiparan recibir noticias de VIH positivo con contraer una enfermedad letal. Sin embargo, el VIH no es mortal en sí mismo. Clasificado como retrovirus, el mecanismo del VIH es dañar el sistema inmunológico hasta el punto de que el cuerpo es incapaz de defenderse de otras amenazas, que pueden variar desde algo tan agresivo como el cáncer hasta una infección bastante benigna. El virus hace esto al convertir su propio ácido ribonucleico (ARN) de ARN en ácido desoxirribonucleico (ADN) utilizando una enzima conocida como transcriptasa inversa de ARN como vehículo. Este ADN recién formado luego reemplaza el ADN normal de la célula infectada para replicarse.
Las células más atacadas son las células T, un tipo de linfocito o glóbulo blanco especializado. Otros linfocitos auxiliares, como las células CD4 y sus subconjuntos que portan el marcador T4, comienzan a multiplicarse en respuesta a esta invasión. Sin embargo, estas células también se convierten en el objetivo del VIH. Este proceso continúa hasta que los linfocitos normales disminuyen en número, finalmente son destruidos y reemplazados por células impulsadas por el ADN del VIH. En este punto, la persona infectada ha llegado a la etapa tardía de la infección por VIH o SIDA.
Dado que el funcionamiento del sistema inmunológico es tan crítico para combatir la infección por VIH y ralentizar su progresión al SIDA, el objetivo de explorar tratamientos para el VIH comienza con una nutrición óptima para el apoyo inmunológico. Dicho esto, una persona VIH positiva debe esforzarse por lograr una dieta equilibrada y saludable que sea rica en granos integrales, semillas, nueces, frutas y verduras, y baja en grasas, harinas y azúcares refinados.
Los tratamientos nutricionales para el VIH también deben incorporar la terapia antioxidante. Varios estudios han encontrado que las personas infectadas por el VIH tienen un sistema de defensa antioxidante deteriorado, ya sea debido a una mala nutrición o a la incapacidad de absorber nutrientes. Esta condición permite una mayor peroxidación de lípidos (descomposición de grasas), lo que puede promover la replicación del VIH. Para contrarrestar esto, el objetivo es aumentar los niveles del aminoácido glutathione en los glóbulos blancos mediante el aumento de la actividad antioxidante.
También deben considerarse tratamientos botánicos específicos para el VIH. Por ejemplo, epigalocatequina-3-galato (EGCG), el componente activo del té verde, ha demostrado una gran capacidad para prevenir la replicación del VIH cuando se introduce en linfocitos infectados. El extracto de hoja de olivo también muestra actividad viral anti-VIH al prevenir la replicación y expresión de P24 en células infectadas. Los investigadores sospechan que el componente activo de la hoja de olivo, la oleuropeína, que se convierte en ácido olenoico en el cuerpo, puede estar detrás del mecanismo de inhibición de la replicación viral.
Una nota importante: aunque la hierba equinácea está establecida como una potente terapia inmunomoduladora, los pacientes infectados por el VIH no deben tomarla. La razón de esto se debe a la acción de la hierba de estimular la producción de células T, lo que podría ayudar al VIH a transferir su ADN a estas células y replicarse.
Los tratamientos más agresivos para el VIH incluyen medicamentos antirretrovirales. Hay varias clases de estos medicamentos, incluidos los inhibidores de proteasa (IP), inhibidores de correceptor de quimiocinas, inhibidores de transcriptasa inversa análogos de nucleósidos (NRTI) y otros. Este último de este grupo fue el primer medicamento antirretroviral que se introdujo, que actúa suprimiendo la enzima del VIH, la transcriptasa inversa ARN. Los fármacos PI, por otro lado, inhiben una enzima diferente conocida como proteasa del VIH. Los inhibidores del correceptor de quimiocinas son tratamientos relativamente nuevos para el VIH que están diseñados para atacar una infección específica por VIH conocida como VIH-5 con tropismo CCR1.