La falacia del costo hundido es una falacia lógica o un argumento defectuoso para la toma de decisiones. En la falacia del costo hundido, la inversión previa se cita como una razón para seguir un curso de acción. El término se usa generalmente para describir la persistencia en una mala inversión, con el argumento de que, de lo contrario, el tiempo, dinero o esfuerzo invertido en el proyecto se desperdiciará de todos modos. La expresión «tirar el dinero bueno a la basura» se utiliza a veces para describir este comportamiento.
En economía, un “costo hundido” es cualquier costo que ya se haya pagado y es imposible de recuperar. En la toma de decisiones puramente racional, los costos hundidos no deberían tener ninguna influencia en las decisiones, ya que no pueden recuperarse. Por ejemplo, considere la situación de un hombre a quien, después de haber comprado un boleto de tren, se le ofrece un viaje más rápido a su destino. El hecho de que ya haya pagado un boleto de tren no debería influir en la decisión de tomar o rechazar el viaje más rápido, ya que el dinero gastado en el primer boleto se pierde, ya sea que elija aceptar el viaje o no.
El término “falacia del costo hundido” describe una situación común en el comportamiento humano en la que los costos hundidos influyen en la toma de decisiones a pesar de que ya se han gastado y no son recuperables. Por ejemplo, una persona que compra un libro y comienza a leerlo puede descubrir que no lo disfruta. Sin embargo, puede seguir leyendo, citando el hecho de que ha pagado por ello. Esto es irracional, ya que habrá pagado por el libro lo lea o no, y de hecho es simplemente perder el tiempo en una actividad desagradable en lugar de hacer algo que disfruta. Este es un ejemplo de la falacia del costo hundido en acción.
En algunos casos, la falacia del costo hundido puede llevar a una escalada del compromiso a gran escala. Por ejemplo, la inversión de los gobiernos británico y francés en el transporte supersónico Concorde en realidad aumentó una vez que quedó claro que era probable que el proyecto perdiera dinero. Desde una perspectiva racional, abandonar el proyecto habría sido superior a seguir invirtiendo.
La falacia del costo hundido a veces puede ser una mala interpretación de los procesos de toma de decisiones. En muchos casos, las acciones tienen consecuencias que pueden no ser tomadas en cuenta por un análisis puramente económico. Por ejemplo, considere el caso de un gobierno que invierte dinero en un proyecto. Puede llegar un momento en que, como con el Concorde, desde una perspectiva financiera, el mejor curso de acción es abandonar el proyecto e invertir en una alternativa. Sin embargo, abandonar un proyecto podría tener consecuencias políticas negativas, como dañar la confianza de los votantes. Por tanto, persistir trae beneficios que no se contabilizan en un modelo puramente racional.