El acoso callejero a menudo se extrae de la comedia en películas y comerciales, pero no es gracioso para la persona a quien se dirige. La mayoría de las mujeres lo han experimentado al menos una vez, otras muchas veces. Los acosadores pueden hacer comentarios sexualmente sugerentes, silbar o mirar de reojo a una persona que se encuentra en una calle o en un lugar público, como un centro comercial o el metro. Algunos acosadores seguirán a sus víctimas por un camino corto o incluso se expondrán, causando gran alarma y temor por la seguridad personal. Agarrar o tocar a las víctimas puede resultar en cargos criminales.
Los hombres que se dedican al acoso callejero pueden pensar que están siendo elogiosos. Algunos lo hacen para provocar una reacción de la víctima y pueden aumentar sus comentarios o gestos cuando no los reciben. La falta de respeto cultural al género femenino puede contribuir a este comportamiento. Independientemente de la motivación, puede causar un gran estrés y ansiedad a la víctima, ya que se desconocen las intenciones del acosador. Las víctimas a menudo se culpan a sí mismas por estar presentes y cambiarán su ruta o incluso dejarán de trabajar para evitar el viaje.
La mayoría de las mujeres ignoran el acoso público, pero todavía las hace sentir incómodas. Las organizaciones que ayudan a crear conciencia sobre el acoso callejero recomiendan un enfoque de confrontación, en el que la víctima le dice con calma y firmeza al acosador que detenga el comportamiento ofensivo. El problema es que las víctimas a menudo no saben si ese enfoque podría hacer que un acosador se desencadenara, desencadenando una respuesta agresiva o violenta, y a menudo se muestran reacias a confrontarlas. Si las víctimas se sienten inseguras en una situación, deben irse lo más rápido posible.
Las leyes contra el acoso callejero chocan contra el derecho a la libertad de expresión en los Estados Unidos. Cuando el comportamiento se convierte en contacto físico o exhibicionismo, como exposición indecente o masturbación pública, se convierte en sujeto de cargos penales. Si bien ciertas ciudades donde prevalece el problema están considerando algún tipo de legislación, los críticos dicen que las leyes serían difíciles de hacer cumplir. Los transeúntes a menudo tienen miedo de intervenir en caso de que la situación se agrave o si no desean ser testigos en un caso judicial.
La educación es la mejor forma de detener el acoso callejero. Muchos hombres que se involucran en este comportamiento no comprenden lo aterrador que es para la víctima. Las mujeres que enfrentan acoso callejero deben saber que no tienen la culpa. Informar los incidentes a la policía, a los trabajadores del transporte público o al empleador del acosador brindará oportunidades para detener el comportamiento delictivo. Los empleadores pueden educar a sus trabajadores sobre el comportamiento respetuoso e implementar medidas disciplinarias. Reducir la tolerancia al acoso callejero ayudará a ponerle fin.