Para ser condenado por la mayoría de los delitos, es necesario comprobar que el actor tenía la mens rea adecuada, es decir, el «estado de ánimo», para cometer el delito. El estado mental requerido depende tanto del delito como de la jurisdicción, pero ciertos defectos mentales pueden negar la existencia de ese estado mental particular. Hay dos categorías amplias de defensa del trastorno mental que normalmente se afirman. Primero está la defensa por locura que depende de un defecto particular de la mente del acusado. La otra categoría de defensa del trastorno mental es la intoxicación, que puede descomponerse en intoxicación voluntaria e involuntaria.
Para hacer valer una defensa por trastorno mental, el imputado debe demostrar que hubo un defecto de algún tipo que le impidió formar el estado de ánimo necesario para cometer el delito. Por ejemplo, la mayoría de las jurisdicciones requieren que cualquier persona condenada por asesinato debe haber tenido «malicia de antemano» al cometer sus acciones que llevaron a la muerte de la víctima. La malicia de antemano generalmente implica que la persona había tenido la intención específica de causar al menos un daño corporal grave a la víctima antes de cometer el acto que la mató. Una defensa apropiada por trastorno mental tendería a mostrar que el acusado no tenía la capacidad mental para intentar matar o dañar gravemente a la víctima en el momento de la acción delictiva. Si esta defensa por trastorno mental tiene éxito, no necesariamente resultará en la inocencia del acusado, pero puede reducir el delito a un cargo menos grave, como homicidio involuntario.
Hay varios tipos de pruebas para la defensa del trastorno mental de locura que se reconocen en varias jurisdicciones. Sin embargo, hay dos en particular que se reconocen con mayor frecuencia. La regla de la mayoría es la regla «M’Naghten», que puede afirmarse si el acusado no sabía que su acto sería incorrecto o no entendía la naturaleza y la calidad de sus acciones. La otra es la regla del “impulso irresistible”, que requiere que se demuestre que el acusado no pudo controlar sus acciones o ajustar su conducta a la ley.
La intoxicación puede plantearse como una defensa de trastorno mental si la intoxicación hubiera puesto al acusado en un estado en el que él o ella no podría formar la intención requerida de cometer el delito particular por el que se le acusa. La única línea que debe trazarse es si la intoxicación fue voluntaria o involuntaria. La intoxicación involuntaria ocurre cuando una persona ingiere una sustancia intoxicante sin el conocimiento de su naturaleza, bajo amenaza de daño corporal grave o siguiendo un consejo médico. Por el contrario, la intoxicación voluntaria ocurre cuando una persona toma a propósito una sustancia intoxicante con el conocimiento de su naturaleza intoxicante y es muy