La sensibilidad al dolor es un fenómeno fisiológico que permite que alguien experimente una sensación cuando está ocurriendo o puede ocurrir algo potencialmente dañino para el cuerpo. Cuando un corte pica, un fuego arde y una bofetada hormiguea, la sensibilidad está involucrada. Las investigaciones sobre el dolor y los mecanismos involucrados han demostrado que las personas tienen diferentes grados de sensibilidad al dolor y que varios factores pueden influir en la forma en que alguien experimenta el dolor.
Históricamente, muchas suposiciones sobre la sensibilidad al dolor se basaban en ideas sobre la fuerza física o moral relativa. Se decía que las personas con mayor sensibilidad eran débiles, mientras que las personas menos sensibles se consideraban fuertes. Muchas culturas también creían que los hombres eran menos sensibles al dolor y las mujeres más, de acuerdo con las actitudes sociales generales sobre la identidad de género. Estas creencias se mantuvieron a pesar de la evidencia contradictoria que sugería que la situación era en realidad un poco más complicada.
En un estudio de 2006, se descubrió un vínculo genético con la sensibilidad al dolor. Algunas personas parecen secretar más de una sustancia química involucrada en la transmisión de las señales de dolor que otras debido a una variación genética natural. Como resultado, cuando estas personas se lesionan, pueden sentir un dolor más extremo. Otros vínculos con la sensibilidad al dolor incluyen enfermedades neurológicas que pueden aumentar o disminuir el umbral del dolor de una persona, y también algunos otros problemas médicos.
La sensibilidad al dolor agudo es importante. Protege al cuerpo del daño al alertar al cerebro del hecho de que algo malo está sucediendo, lo que permite que el cerebro actúe rápidamente. Algunas personas tienen una falta congénita de sensibilidad al dolor, que en realidad es un problema grave, ya que pueden lastimarse gravemente sin ser conscientes de ello, y las señales de dolor interno tampoco se transmiten, lo que significa que un diagnóstico de una afección como la apendicitis puede que no ocurra de manera oportuna.
El dolor crónico es otro problema. En el dolor crónico, las personas continúan recibiendo señales de dolor aunque se haya eliminado la fuente del dolor. Por ejemplo, muchos amputados experimentan un dolor persistente porque las neuronas en el lugar de la amputación se confunden y su confusión se traduce en dolor. En el dolor crónico, el dolor constante no es deseable y se pueden usar medicamentos para manejar la experiencia del dolor de modo que el paciente pueda disfrutar de una mayor funcionalidad. El dolor crónico puede ser extremadamente debilitante para los pacientes, y los programas de manejo pueden volverse bastante complejos a medida que los pacientes desarrollan tolerancias o reacciones negativas a los medicamentos utilizados para el manejo del dolor con el tiempo.