La formación de pus es causada por la muerte de tejidos y células que rodean una infección en el cuerpo. Este síntoma puede ocurrir en la superficie de la piel o internamente. Hay diferentes métodos de tratamiento disponibles para las personas que padecen este síntoma, según la ubicación de la infección y su gravedad.
El pus puede aparecer como una sustancia blanquecina o amarillenta que rezuma cuando se expone al aire. Cuando se forma pus en la superficie de la piel, generalmente se le llama pústula o grano. Cuando se forma pus debajo de la piel, a menudo se conoce como absceso. Puede ocurrir en los órganos y tejidos internos del cuerpo, o en los músculos y huesos.
La formación de pus a menudo indica la presencia de una infección bacteriana en algún lugar del cuerpo, ya sea debajo de la piel o en una herida que comienza en la superficie de la piel. Esta materia extraña solo se presentará después de que la infección se haya establecido y el cuerpo haya comenzado a combatirla. A menudo significa que la bacteria ha estado presente durante un período de tiempo prolongado, aunque es posible que el individuo no haya sido consciente de ello anteriormente.
El pus generalmente se compone de glóbulos blancos muertos, tejidos y otras formas de desechos bioquímicos. Cuando una infección se instala en un área del cuerpo, los glóbulos blancos se encuentran entre los primeros defensores enviados al sitio. Atacan agresivamente la infección e intentan matar todas las células extrañas que no pertenecen y pueden dañar el cuerpo. A medida que los glóbulos blancos eliminan con éxito las células bacterianas dañinas, estas células muertas pueden permanecer alojadas en la herida y comenzar a dañar el tejido circundante. Cuando este tipo de materia comienza a acumularse, tiene el potencial de evitar que se produzca una mayor curación y el cuerpo buscará expulsarlo.
Hay diferentes tratamientos disponibles para curar tales heridas después de que ha aparecido la formación de pus. Las heridas tópicas menores deben limpiarse con agua y jabón al menos dos veces al día y vendarse para evitar la intrusión de más suciedad y bacterias. También pueden recubrirse con un ungüento antibacteriano que combatirá las bacterias de la superficie que siempre están presentes en la piel. Los abscesos internos deben ser tratados por un profesional médico y solo pueden diagnosticarse después de la exposición a equipos de imágenes de alta sensibilidad, como ecografías y radiografías. Estas infecciones a menudo se tratan con antibióticos orales y extirpación quirúrgica.