Un intestino prolapsado es una afección médica en la que las paredes del recto sobresalen a través del ano. Causada por una debilidad de los ligamentos y músculos que sostienen el recto en su lugar, esta condición es común entre las personas de edad avanzada y los niños. La forma en que se trata esta afección depende del grado de protuberancia y la gravedad de los síntomas.
Un prolapso parcial es común en los niños pequeños y ocurre cuando el revestimiento del recto sobresale del ano. Cuando las paredes del recto sobresalen del ano, se considera un prolapso completo. Inicialmente ocurre durante las deposiciones, un prolapso completo progresa hasta que se produce una protuberancia al pararse o moverse y, finalmente, permanece fuera del cuerpo. Un prolapso interno, conocido como invaginación intestinal, ocurre cuando la pared del colon o recto colapsa sobre sí misma dentro del cuerpo.
Hay una variedad de factores que pueden contribuir al desarrollo de un intestino prolapsado. Los niños pueden tener un mayor riesgo de desarrollar esta afección si son propensos a las infecciones, están desnutridos o se esfuerzan durante las deposiciones. Las personas con ciertos trastornos, como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y la fibrosis quística, pueden tener un mayor riesgo de desarrollar un prolapso debido al esfuerzo físico, como se induce con la tos persistente, asociada con tales afecciones. Los factores adicionales que pueden promover este problema incluyen la edad avanzada, la diarrea prolongada o el estreñimiento y el embarazo.
Las personas con prolapso intestinal pueden experimentar una variedad de síntomas que ocurren en etapas. Inicialmente, el prolapso rectal puede causar incontinencia fecal o incapacidad para controlar los intestinos. También puede haber una secreción sanguinolenta o a base de moco del ano, una condición conocida como ano húmedo. Los individuos sintomáticos pueden presentar signos adicionales que pueden incluir malestar rectal, una sensación de urgencia que acompaña a las deposiciones y una protuberancia visible de tejido rojo del ano.
Antes de hacer un diagnóstico de prolapso rectal, un profesional médico puede hacer una variedad de preguntas sobre el historial médico del individuo, los síntomas actuales y la dieta. Se llevará a cabo un examen físico, durante el cual se le puede pedir a la persona que se siente en un inodoro y se esfuerce. En el caso de que no se produzca ninguna protuberancia, se puede administrar un enema. También se puede realizar una evaluación del control intestinal, conocida como defecograma, que ayuda a determinar la extensión del prolapso.
Los casos leves, especialmente en niños, generalmente desaparecen con el tiempo. Los cambios dietéticos, como el aumento de la ingesta de fibra o el uso de laxantes o productos para aumentar el volumen de las heces, generalmente se recomiendan para los casos de prolapso parcial. Las personas cuyo prolapso parcial no responde a los cambios recomendados pueden requerir reparación quirúrgica. En casos de prolapso parcial o completo, se realiza un procedimiento conocido como rectopexia para fijar el recto a la parte inferior de la columna vertebral o al piso pélvico para evitar la protrusión y restaurar la función adecuada.