La disfunción de la pars intermedia pituitaria equina (PPID) se identificó por primera vez en la década de 1930 como enfermedad de Cushing equina. En ese momento, se consideraba una rara complicación de la vejez en los caballos. Se le cambió el nombre a PPID a fines de la década de 1990 cuando los investigadores reconocieron las variaciones en el trastorno entre caballos y personas y perros.
PPID es un mal funcionamiento de la glándula pituitaria, resultante de un tumor o un agrandamiento de la glándula, que ejerce presión sobre el hipotálamo. Esto, a su vez, provoca una reducción de la producción de dopamina. Sin niveles regulados de forma natural de dopamina, las células pituitarias secretan cantidades incontroladas de hormonas, incluidos niveles elevados de cortisol esteroide. Los niveles elevados de cortisol dan como resultado un sistema inmunológico deprimido que causa diversos grados de síntomas.
El síntoma más común de PPID es el hirsutismo (cabello anormal). Un pelaje desgreñado, largo, grueso y con frecuencia rizado suele estar precedido por años de variaciones sutiles del pelaje. La hiperhidrosis (sudoración) provoca molestias y complicaciones de salud, especialmente en los meses de invierno en las regiones frías. Otros signos y síntomas clínicos comunes incluyen mayor susceptibilidad a invasiones parasitarias internas, sinusitis, abscesos de la planta, atrofia muscular, sed extrema, micción frecuente, enfermedad periodontal, infecciones de la piel, swayback, barriga, laminitis y neumonía.
La edad promedio a la que los caballos contraen PPID es de 20 años, y el 85% tiene más de 15 años en el momento del diagnóstico. Aunque los ponis mayores de 15 años tienen una incidencia muy alta de la enfermedad, no es evidente una predisposición de género o raza en los caballos. La comunidad veterinaria está viendo un gran aumento en los casos de PPID reportados, principalmente debido a la longevidad sin precedentes de los caballos, que ahora es posible gracias a la atención médica avanzada, el control de parásitos y la nutrición.
Las opciones de tratamiento farmacéutico disponibles para PPID en realidad apuntan a la fuente del problema. El tratamiento más importante es el uso de pergolida, una terapia con dopamina. Este medicamento también se usa en pacientes humanos con enfermedad de Parkinson. En los seres humanos, el paciente finalmente se vuelve resistente a la pergolida, pero en los caballos no hay signos de desarrollo de resistencia. Se sospecha que la baja dosis requerida para los caballos está minimizando este efecto. El bloqueador de serotonina ciproheptadina es otra opción, aunque hay evidencia inconsistente de un beneficio terapéutico de este fármaco.
Las opciones naturales incluyen suplementos de magnesio, acupuntura, homeopatía y medicamentos a base de hierbas. Aunque algunos han tenido éxito en las regulaciones naturales, se requiere un régimen muy intenso para encontrar un equilibrio que haga que su caballo se sienta cómodo. Mientras tanto, está sujeto a una serie de afecciones en las que las infecciones y laminitis son la principal preocupación.
Las medidas de manejo incluyen dieta, suplementos antioxidantes, control de parásitos, cuidado dental, herrería y recorte corporal. Al igual que con los caballos resistentes a la insulina, se recomienda una dieta baja en carbohidratos y alta en grasas. Limite el acceso de su caballo a pastos exuberantes. Los henos de pasto son una opción más segura que las legumbres (trébol, alfalfa) porque contienen menos carbohidratos.
Las pruebas exhaustivas para PPID implican un hemograma completo (CBC), un panel de química clínica y un análisis de orina; seguido de una prueba de dos días para PPID específicamente. Los caballos con PPID tienen un mejor pronóstico que nunca. Con el tratamiento y la gestión adecuados, pueden disfrutar de una vida larga y productiva.