Cuando ciertas personas ingresan a una reunión de negocios o se unen a una fiesta en curso, parecen irradiar una sensación palpable de autoconfianza y energía positiva. Otros pueden sentirse atraídos instintivamente hacia esa persona debido a una cualidad casi indefinible conocida como personalidad magnética. Una persona bendecida, o en algunos casos maldita, con tal personalidad puede no ser la más atractiva físicamente o la mejor vestida de la habitación, pero su carisma natural hace que sea más atractivo estar cerca.
Una persona con una personalidad verdaderamente magnética no tiene que ser el «alma de la fiesta» o el «payaso de clase» para llamar la atención. En cambio, él o ella puede decir muy poco en el camino de una conversación ociosa o charlatanería. Lo que esta persona hace mejor es hacer que todas las personas con las que interactúa se sientan empoderadas o validadas. La energía positiva y el interés desinteresado en la otra parte hacen que la persona sea realmente muy popular.
Esto no sugiere que esa persona se sienta necesariamente cómoda en el papel o que siempre use esta habilidad para bien. Algunas personas carismáticas pueden sentirse abrumadas en público por otras que quieren alimentarse de su positividad. No es raro ver a alguien con una personalidad magnética distanciarse de grandes multitudes. Muchos artistas profesionales, por ejemplo, deben tomar medidas de seguridad adicionales cuando hacen apariciones públicas porque se han vuelto demasiado populares para interactuar con los fanáticos.
También se podría decir que ciertos políticos poseen personalidades magnéticas. Muchas personas que han conocido al ex presidente Bill Clinton, por ejemplo, hablan de su capacidad para conectarse con todos en una sala. Parte de la razón del éxito de una figura pública a menudo puede atribuirse directamente a su personalidad. Cuando una persona encantadora o carismática hace una solicitud o les pide a otros que actúen, muchas personas se encuentran dispuestas a cumplir esas solicitudes sin cuestionarlas.
Sin embargo, esta característica puede usarse para propósitos menos que estelares. Muchos líderes de cultos religiosos, como el reverendo Jim Jones, así como intelectuales criminales, como Charles Manson, utilizaron su carisma para manipular a los demás. Una persona que posee tal personalidad a menudo siente la obligación de usarla con moderación para evitar volverse demasiado engreída o demasiado controlador de otros que carecen de su autoestima y confianza en sí mismos.