La electrodeposición es el proceso de galvanoplastia de metal o la superficie de un electrodo. La ciencia detrás de la galvanoplastia de metales es compleja cuando se trata de determinar qué metales funcionarán entre sí y cómo mezclar los productos químicos, pero el proceso en sí es bastante fácil de entender. Esencialmente, se colocan dos metales en un líquido electroconductor y se aplica una carga a ambos. Entonces, uno de los metales se disolverá y el metal de galvanoplastia absorberá el metal disuelto, aumentando su masa. Esto se usa para dar propiedades al electrodo, como durabilidad, o para espesar las partes delgadas de la superficie del electrodo.
La primera parte de la galvanoplastia de metal es elegir qué metal agregar al electrodo, en función de las propiedades que tiene ese metal en particular. Cuando se hace esto, se crea una solución de electrolitos. Una solución de electrolito es un líquido electroconductor que tiene sales e iones metálicos disueltos en él para permitir que la electricidad fluya mejor a través del líquido. Después de esto, el electrodo y el metal a disolver se agregan al electrolito.
Estas tres propiedades, el electrodo, el electrolito y el metal a disolver, pueden compararse con las tres partes de una batería: el cátodo, el electrolito y el ánodo. El cátodo es una sustancia cargada negativamente, y en este caso es el electrodo. El electrolito permite que fluya la electricidad y el ánodo es la parte de carga positiva. Normalmente, en una batería, la energía del ánodo sería bloqueada por el electrolito y tendría que viajar a través del dispositivo antes de llegar al ánodo. En el proceso de galvanoplastia de metal, el ánodo puede viajar directamente al cátodo.
Las porciones de cátodo y ánodo de la galvanoplastia están conectadas a una batería externa, suministrando energía positiva al ánodo y negativa al cátodo. Cuando la carga se envía a través de los metales, el ánodo comenzará a deteriorarse. La carga opuesta está presente, por lo que el metal viajará instantáneamente al electrodo del cátodo, recubriéndolo. Esto hace que el metal sea galvanizado.
Cuando el ánodo se rompe, no se pierde metal. Todo el metal descompuesto viaja al cátodo, por lo que no es necesario agregar metal adicional para recibir la cantidad necesaria de galvanoplastia. Al mismo tiempo, el metal del ánodo puede reponer los iones perdidos en el electrolito. Esto le permite continuar conduciendo electricidad sin que los científicos o trabajadores tengan que agregar nuevos iones para permitir que progrese la galvanoplastia.