En términos contemporáneos, la ley eclesiástica es el conjunto interno de leyes, reglas, regulaciones y estatutos que una iglesia codifica para administrar sus propias operaciones. Estas leyes son permutaciones de la ley eclesiástica original, también llamada ley inglesa o ley canónica, que una vez gobernó gran parte del imperio católico romano cuando la Iglesia era el árbitro del decreto judicial. De la misma manera que las leyes civiles y penales de hoy se derivan del gobierno, la ley eclesiástica se originó a partir de los dictados de los consejos religiosos, comenzando en el siglo I a. C. desarrollado en Inglaterra durante los períodos del Renacimiento y la Ilustración.
En el siglo I, los sistemas basados en consejos de muchas de las principales religiones del mundo comenzaron a establecer el conjunto de reglas y leyes canónicas que formarían la base de numerosos ritos y doctrinas. Por supuesto, esto no significa que la ley eclesiástica deba confundirse o combinarse con doctrinas religiosas, como la Torá, la Biblia, el Corán u otras. Estos códices religiosos están destinados a parroquias y practicantes. La ley canónica y eclesiástica está destinada a regir el comportamiento y las prácticas del clero y los altos cargos de la iglesia con asuntos internos de política y proceso.
La Iglesia Católica Romana estableció uno de los conjuntos de leyes eclesiásticas más amplios y complejos de la historia registrada. Con el establecimiento del rito latino, y más tarde las iglesias que compondrían el bloque ortodoxo oriental, los principales eruditos y administradores de la Iglesia redactaron decretos que rigen todo tipo de práctica religiosa, el comportamiento sacerdotal y una serie de temas internos. En la Inglaterra del siglo XVII, las crecientes tensiones entre las fuerzas católicas y anglicanas se extendieron a las calles y desencadenaron la Guerra Civil Inglesa. Como resultado de este conflicto, muchos de los elementos del derecho eclesiástico fueron apropiados por los líderes anglicanos durante su época de gobierno, que luego se incorporaron al desarrollo secular del derecho consuetudinario inglés que arbitraba asuntos civiles y penales.
Para el siglo XIX, existían más de 19 decretos y reglas en varios manifiestos y compendios que constituían el corpus juris – derecho canónico católico romano. Este cuerpo de códigos y leyes se ocupaba de casi todos los temas de actualidad que la Iglesia había encontrado durante un milenio de jurisprudencia. Pronto se hizo evidente que muchas de las reglas y decretos que comprendían la ley eclesiástica eran de naturaleza directamente contradictoria. Este hecho llevó a la Iglesia Católica Romana a establecer un solo volumen de derecho canónico libre de errores, obsolescencia y contradicción, que aún existe en la actualidad.