¿Qué es un soborno?

Un soborno es una forma de corrupción que implica la promesa de dinero o un favor a alguien en una posición de poder, con la esperanza de influir en el comportamiento de esa persona. El soborno se considera un delito en muchas regiones del mundo, y las personas que son sorprendidas ofreciendo o recibiendo sobornos pueden enfrentarse a fuertes sanciones. En otras regiones, la línea divisoria entre sobornos y propinas a veces es bastante borrosa, lo que puede dificultar el enjuiciamiento de personas por soborno o la comprensión de cuándo se ha cruzado la línea.

«Soborno» entró en inglés en el 1300, en el sentido de algo robado; se deriva del francés soborno, «mendigar». Alrededor del siglo XVI, el «soborno» comenzó a adquirir sus asociaciones actuales con la corrupción.

Hay varias razones por las que el soborno se considera un delito. En primer lugar, aceptar un soborno y actuar en consecuencia es un claro abuso del poder y una negligencia en el cumplimiento del deber. En sociedades igualitarias, la idea de engrasar el camino con sobornos es especialmente desagradable, porque resalta las diferencias entre quienes pueden comprar poder o favores y quienes no pueden. Un soborno también puede comprometer la calidad de una transacción. Por ejemplo, cuando una empresa de construcción soborna a un funcionario del gobierno para obtener un contrato, el funcionario del gobierno puede pasar por alto una empresa que ofrece un trabajo superior o más barato, lo que esencialmente engaña al gobierno.

Los sobornos pueden adoptar diversas formas. Históricamente, los sobornos a funcionarios públicos han sido extremadamente comunes y, en algunas regiones, sigue siendo así. Los sobornos también juegan un papel en la industria financiera, e incluso en ocupaciones como la medicina, donde las compañías farmacéuticas pueden sobornar a los médicos para que receten sus productos. La política también está plagada de sobornos en muchas regiones, con personas que sobornan a los políticos para lograr los fines deseados y, a su vez, los políticos ofrecen sobornos a otros con la esperanza de lograr objetivos específicos, como ganar una elección.

Trazar la línea con los sobornos es muy desafiante. Por ejemplo, muchos políticos reciben contribuciones de campaña saludables de una variedad de empresas e industrias. Estos pagos podrían verse como sobornos a los ojos de algunos críticos, especialmente cuando los políticos votan y actúan en interés de sus mayores contribuyentes. Sin embargo, también se podría argumentar que estas empresas ciertamente tienen derecho a apoyar a los candidatos que les gustan, especialmente cuando esos candidatos tienen creencias políticas que se alinean con los intereses de la empresa.

Asimismo, la práctica de ofrecer un soborno a los funcionarios del ministerio en algunos países está tan extendida que los sobornos se consideran casi como tarifas fijas. Las personas que intentan actuar con integridad pueden encontrar que el ministerio en cuestión nunca aprueba una solicitud o un documento, lo que las obliga a sobornar a un funcionario para que haga el trabajo. En algunos casos, tales sobornos son incluso deducibles de impuestos, y las agencias tributarias los reconocen como un gasto comercial legítimo.