Las pruebas de rastreo generalmente consisten en partículas, en su mayoría microscópicas, dejadas en la escena del crimen por un perpetrador. El examen de las pruebas por parte de especialistas forenses a menudo ayuda a identificar la fuente de un delito, un sospechoso o una víctima. La mayoría de las personas, sin saberlo, dejan rastros de evidencia en la escena de un crimen y, a menudo, es difícil de eliminar. Hay varias formas de evidencia minuciosa que los equipos forenses utilizan para corroborar hallazgos adicionales. Es raro que este tipo de evidencia se utilice por sí sola para respaldar un caso en un tribunal de justicia.
Los pelos y las fibras pueden ser factores clave para identificar a un sospechoso o una víctima y, a menudo, se transfieren entre los dos. Hay una multitud de elementos del cabello que pueden ayudar a los ingenieros forenses durante el proceso de identificación. Las fibras son importantes porque se pueden transferir de vehículos, ropa, alfombras y otras fuentes de tela a la escena del crimen, o se pueden extraer de la escena y encontrar a un sospechoso. Esta porción de evidencia de rastreo puede restringir una búsqueda basada en hechos ya conocidos.
Los equipos forenses utilizan un sistema complejo para determinar la información necesaria a partir de esta evidencia para reducir las incógnitas y respaldar otros descubrimientos. La pintura y la suciedad también son descubrimientos vitales en la escena del crimen. La ciencia forense puede determinar la marca y el modelo de un automóvil utilizado para cometer un crimen o el tipo de pintura de la escena del crimen que podría descubrirse en las posesiones de un sospechoso. La suciedad también deja una huella en la escena del crimen y se puede analizar para determinar dónde puede vivir, trabajar o dónde estaba un sospechoso antes del crimen.
La categoría más esencial de evidencia de trazas es biológica, especialmente fluidos y sangre. Los líquidos pueden incluir sudor, semen y saliva, que a menudo se analizan para identificar el ácido desoxirribonucleico (ADN) y se comparan con el código genético del sospechoso. Aparte de su importancia en el ADN, la sangre es muy valiosa para recrear la escena del crimen y determinar el momento en que ocurrió el acto. La fotografía forense se utiliza para capturar patrones de salpicaduras de sangre, lo que permite a los detectives visualizar los detalles de un crimen.
Edmond Locard, quien estudió y experimentó con el derecho forense a principios del siglo XX, demostró que hubo un intercambio de pruebas durante un crimen. Esta teoría se convirtió en el principio de intercambio de Locard, que es la base de las pruebas de rastreo y otros descubrimientos forenses. Los detalles microscópicos encontrados durante una investigación criminal generalmente ayudan a unir la evidencia más grande y brindan información adicional sobre el comportamiento y la identidad de un sospechoso.