El infarto cerebral, también conocido como accidente cerebrovascular isquémico, ocurre cuando los vasos sanguíneos que irrigan el cerebro se alteran y se interrumpe el flujo sanguíneo. Hay dos tipos comunes de accidente cerebrovascular isquémico: aterotrombótico y embólico, así como otras causas menos comunes. La causa de un accidente cerebrovascular isquémico no se puede determinar en aproximadamente el 40% de los casos.
El infarto es un término médico que describe la necrosis que ocurre cuando se interrumpe el suministro de sangre a los tejidos. El suministro de sangre se puede interrumpir de varias formas, como el bloqueo de una arteria irrigante, la compresión mecánica de una arteria por un tumor o una hernia o la rotura de una arteria debido a un traumatismo. El infarto cerebral a menudo se asocia con aterosclerosis o presión arterial alta.
El infarto cerebral ocurre cuando se interrumpe el suministro de sangre al cerebro. En cuestión de minutos, comienza una serie de reacciones conocidas como cascada isquémica, que pueden continuar durante varias horas e incluso pueden durar días. El cerebro sigue siendo vulnerable incluso cuando se restablece el suministro de sangre, debido a la posibilidad de lesión por reperfusión.
Durante la cascada isquémica, la privación de oxígeno conduce a la ausencia de ATP en los tejidos del cerebro. Las bombas de protones de ATP fallan, lo que permite un influjo masivo de iones de calcio en las células. Esto da como resultado la generación de especies reactivas de oxígeno, radicales libres y otras sustancias químicas nocivas. Con el tiempo, las células comienzan a morir, algunas por necrosis, lo que desencadena una respuesta inflamatoria que, por sí misma, puede causar más daño al tejido cerebral. La cascada isquémica puede ocurrir en cualquier tipo de tejido, pero el cerebro se considera más vulnerable debido a su completa dependencia del metabolismo aeróbico.
El infarto cerebral puede ocurrir por varias razones diferentes. La formación de una trombosis, o coágulo de sangre, en una arteria o vaso sanguíneo que alimenta el cerebro puede resultar en una interrupción del suministro de sangre. La embolia, en la que una parte de la trombosis se rompe y causa un bloqueo, es otra causa común de infarto. La trombosis del seno venoso cerebral, en la que los vasos sanguíneos que drenan el cerebro se bloquean, puede provocar un infarto cerebral ya que la sangre no recircula en el cuerpo.
Los síntomas son bastante distintivos. La interrupción del suministro de sangre al cerebro puede causar debilidad muscular en la cara y otras partes del cuerpo, hormigueo o entumecimiento, incapacidad para hablar o comprender el habla, confusión y alteraciones de la memoria. El diagnóstico generalmente se realiza sobre la base de la evaluación de los síntomas y los exámenes neurológicos, así como las pruebas de imágenes médicas como la tomografía computarizada o la resonancia magnética.
El tratamiento del accidente cerebrovascular isquémico puede implicar la descomposición o eliminación de una trombosis o un émbolo y la administración de medicamentos para prevenir más coágulos. Una gran parte del tratamiento del infarto cerebral es de apoyo por naturaleza, ya que muchas personas sufren daño en el tejido cerebral que requiere terapia de rehabilitación. Algunas personas descubren que deben volver a aprender a caminar, hablar y realizar otras actividades cotidianas, mientras que otras pueden tener que adaptarse a la pérdida permanente de tales habilidades.