El turismo extremo, también conocido a veces como turismo de choque, es un viaje que se caracteriza fuertemente por un sentido de aventura o incluso de peligro físico. El aspecto “extremo” de este tipo de turismo puede derivar de un destino en sí mismo o de una o más actividades que se realizan durante el viaje. El turismo extremo puede ser organizado por el propio viajero o puede ser coordinado por una empresa de viajes de aventura. Los críticos de este tipo de turismo argumentan que puede provocar daños ambientales.
En algunos casos, el turismo extremo extrae su emoción o riesgo de un destino. Algunos turistas extremos viajan a lugares que se consideran moderadamente o incluso extremadamente inseguros por razones físicas o políticas. Por ejemplo, pueden viajar a regiones que se han visto afectadas por desastres nucleares, como el área que rodea la planta de Chernobyl en Ucrania, oa países que están en guerra.
Otra forma de turismo extremo implica viajar a un destino para participar en una o más actividades de aventura o potencialmente peligrosas. Si bien hay muchas actividades extremas diferentes en las que se puede participar, la mayoría de estas actividades son de naturaleza física. Por ejemplo, un turista extremo puede realizar un viaje que implica bucear en jaula con grandes tiburones blancos, saltar BASE o lanzarse en paracaídas desde un punto estático como un rascacielos o acantilado, caminar por un desierto o explorar cuevas submarinas.
Algunos viajeros planifican sus propios viajes de turismo extremo, mientras que otros trabajan con una agencia de viajes de aventura. Dado que las actividades y los destinos extremos pueden representar una serie de riesgos para el viajero, muchos expertos en viajes recomiendan reservar el viaje a través de una agencia. Trabajar con profesionales experimentados en viajes extremos puede ayudar a garantizar que el viajero reciba alojamiento y suministros adecuados durante su viaje y que reciba la atención médica adecuada si se lastima. Una compañía de viajes extremos también puede conectar al viajero con guías o traductores locales cuando sea necesario.
Los que se oponen al turismo extremo sostienen que esta forma de viaje puede poner ciertas áreas del planeta en un mayor riesgo de destrucción. Por ejemplo, los viajes extremos a la Antártida aumentaron significativamente desde finales del siglo XX hasta principios del siglo XXI. Muchos ambientalistas e investigadores científicos sostienen que el turismo antártico continuado puede conducir a la contaminación del continente, así como a la introducción de organismos extraños invasores, que podrían amenazar la pureza existente de sus ecosistemas.