Aún se están estudiando las conexiones entre la vitamina K y el cáncer. En la actualidad, no parece haber pruebas concluyentes de que la vitamina K prevenga el cáncer o ayude a curarlo. Sin embargo, a finales de la década de 1990 y en la de 2000, se realizaron estudios que sugirieron un vínculo entre el uso de vitamina K y una reducción del riesgo o la susceptibilidad a ciertos tipos de cáncer, en particular el cáncer de hígado y de próstata. También existe alguna evidencia de que la vitamina K puede ayudar a los pacientes que se han sometido a tipos específicos de cirugía de cáncer.
La vitamina K es un nutriente esencial que utiliza el hígado para producir proteínas que ayudan en la coagulación de la sangre y previenen el sangrado anormal. La vitamina toma su nombre de la palabra alemana para coagulación, «coagulación». En su forma natural, la vitamina K se encuentra en las verduras de hoja verde como el repollo, el brócoli, las espinacas y las hojas de nabo. El aceite de soja, el aceite de oliva y el aceite de canola tienen cantidades más pequeñas de vitamina. Una variante de la vitamina K, llamada MK7, es fabricada por bacterias intestinales, pero también se puede encontrar en productos fermentados como el queso.
La evidencia científica actual no respalda de manera concluyente una conexión entre la vitamina K y el cáncer en términos de prevención o tratamiento de la enfermedad. Pero la investigación durante la última década ha comenzado a encontrar conexiones importantes entre la vitamina K y el cáncer de hígado y próstata. Parece que existe cierto acuerdo científico de que estos posibles vínculos son lo suficientemente importantes como para justificar un estudio más profundo y adicional.
En 1998, un estudio en animales observó que una forma sintética de vitamina K llamada compuesto 5 posiblemente podría ralentizar el avance de las células cancerosas. Estudios posteriores sugirieron que otras formas de vitamina K pueden combatir las células cancerosas en ratones. Un ensayo clínico realizado en 2006 del subgrupo de vitamina K K2 indicó que podría reducir la recurrencia del cáncer de hígado en pacientes después de una cirugía por cáncer. Además, un ensayo clínico en Japón que involucró vitamina K y cáncer de hígado encontró que los suplementos de vitamina K pueden reducir el riesgo de cáncer en mujeres que padecen cirrosis hepática.
Un estudio europeo publicado en 2008 encontró un mayor riesgo de cáncer de próstata en hombres con una ingesta baja de vitamina K. Sin embargo, se señaló que las personas con una ingesta baja de vitamina K generalmente tienen una dieta muy deficiente, lo que también afectaría sus riesgos de cáncer en general. La evidencia más prometedora de una conexión positiva entre la vitamina K y el cáncer parece estar relacionada con el cáncer de hígado. Un artículo de investigación de 2010 publicado en el American Journal of Nutrition encontró que las personas con la mayor ingesta de vitamina K tienen el menor riesgo de cáncer de hígado y una menor tasa de mortalidad si contraen el cáncer.