La composición de la sangre es la composición química de la sangre. Químicamente, la sangre es extremadamente compleja y varía entre diferentes especies, especialmente entre vertebrados e invertebrados. Comprender la composición sanguínea normal es un aspecto importante de la atención médica porque permite a los médicos identificar situaciones en las que la composición sanguínea es anormal. Las anomalías en la sangre pueden proporcionar pistas sobre la salud general de un paciente y pueden explicar los síntomas experimentados por el paciente.
En total, la sangre constituye alrededor del ocho por ciento del peso corporal. Consiste en plasma y células que se mueven en suspensión por el cuerpo. Alrededor del 55% de la sangre es plasma, y el plasma en sí mismo es principalmente agua. Las células de la sangre incluyen trombocitos, eritrocitos y leucocitos, todos los cuales cumplen diferentes funciones en el cuerpo. El líquido del plasma mantiene estas células en suspensión constante.
Además de las células, la sangre también contiene hormonas, lípidos, aminoácidos, gases disueltos, materiales de desecho de las células, proteínas, electrolitos, carbohidratos y vitaminas. Este guiso químico complejo entrega nutrientes y gases a las células del cuerpo para que puedan funcionar e intercambia estos materiales por desechos que las células necesitan eliminar para que estos desechos puedan ser eliminados. La sangre circula continuamente por el cuerpo, transportando materiales y llevándose otros.
La composición de la sangre cambia constantemente y el cuerpo utiliza una variedad de sistemas para regularla. Los nutrientes, por ejemplo, se obtienen del tracto intestinal. Los riñones filtran la sangre para eliminar los desechos celulares y equilibrar los niveles de ciertas sustancias químicas en la sangre para que se mantengan constantes. En los pulmones, la sangre participa en un intercambio de gases en el que se libera dióxido de carbono y la sangre absorbe oxígeno.
Cuando las personas están enfermas, la composición de su sangre puede cambiar. Por ejemplo, si alguien tiene una glándula endocrina que funciona mal, los niveles de hormonas en la sangre pueden ser inusualmente altos o bajos porque la glándula no los produce en la cantidad adecuada. Un análisis de sangre puede revelar el desequilibrio, proporcionando al médico una herramienta para determinar qué le pasa al paciente. Del mismo modo, cuando las personas se deshidratan, los niveles de electrolitos en la sangre se desvían, lo que puede provocar daño celular.
Para un análisis de sangre, se extrae sangre del cuerpo para poder analizar la composición de la sangre. Se deja reposar o centrifugar en una centrífuga para que el plasma y las células se separen para facilitar la prueba.