¿Qué es la queratosis folicular?

La queratosis folicular es una enfermedad poco común que causa lesiones cutáneas generalizadas y rotura de uñas. Es un trastorno genético que generalmente surge durante la adolescencia o la edad adulta temprana. Durante un brote, se desarrollan parches duros, aceitosos de color amarillo o marrón en la piel que pueden emitir un olor fuerte. La mayoría de los casos de queratosis folicular son relativamente menores y no causan ningún problema de salud más allá de su apariencia física. Un dermatólogo generalmente puede acortar el curso de un episodio con medicamentos tópicos y técnicas clínicas de dermoabrasión.

Estudios genéticos recientes han podido identificar la mutación genética que causa la queratosis folicular. Es probable que un niño herede el trastorno si uno o ambos padres poseen una copia mutada del gen ATP2A2. Un gen defectuoso afecta la capacidad de las células de la piel y las uñas para unirse y mantenerse unidas.

Una erupción cutánea de queratosis folicular puede aparecer en cualquier parte del cuerpo, pero es más común en el pecho, la cara, el cuello o la espalda. Las áreas que son susceptibles a la acumulación de sudor e irritación, como la ingle, las axilas y las nalgas, también pueden verse afectadas. Las lesiones suelen ser duras y parecidas a verrugas, y no pican ni causan dolor. Cuando están involucrados los dedos de las manos o de los pies, con frecuencia se agrietan y se decoloran. En muy raras ocasiones, los pacientes experimentan lesiones o abscesos en las membranas mucosas de las fosas nasales, la boca y la garganta.

La queratosis folicular es muy rara, pero su presentación es tan única que la mayoría de los dermatólogos pueden diagnosticar fácilmente la afección. Un médico puede decidir recolectar una biopsia de piel para un análisis microscópico. Una vez que se ha confirmado el diagnóstico, el dermatólogo puede explicar el trastorno y ofrecer consejos sobre la mejor manera de mantenerlo bajo control.

La mayoría de los pacientes con problemas cutáneos leves y brotes infrecuentes no necesitan un tratamiento agresivo. El uso regular de lociones humectantes y la aplicación de protector solar antes de salir al aire libre generalmente puede prevenir episodios recurrentes. Además, los dermatólogos recomiendan usar ropa holgada y transpirable para ayudar a prevenir la acumulación de sudor y la irritación que podría desencadenar un brote. Se desaconseja rascarse o pellizcarse las lesiones de la piel para reducir las posibilidades de una infección bacteriana secundaria.

Si una persona experimenta problemas cutáneos frecuentes o generalizados, se le puede recetar una crema tópica de alta concentración. Un procedimiento clínico llamado dermoabrasión, que implica raspar manualmente las capas externas de las lesiones duras, puede ayudar a acortar el tiempo de curación en grandes parches de piel. Para los problemas de las uñas, los medicamentos orales y tópicos que contienen retinoides suelen ser eficaces para fortalecer las uñas. Con un manejo adecuado y chequeos regulares, la mayoría de las personas pueden pasar varios años entre brotes.