El lenguaje y el discurso están conectados a un nivel básico en el sentido de que todo discurso se construye con el lenguaje. La manipulación del lenguaje afecta la forma en que las personas interactúan y responden. Sin embargo, el lenguaje y el discurso son fluidos porque dan forma y definen la cultura en la que están presentes. Es la cultura la que proporciona gran parte del significado del lenguaje que ocurre dentro del discurso.
El lenguaje contiene pistas sobre lo que debería venir a continuación en un discurso. Por ejemplo, si alguien dice «hola», esa persona generalmente espera que la otra persona también diga «hola». Como mínimo, la primera persona quiere un reconocimiento de que ha hablado, que la segunda persona podría dar con un asentimiento u otro gesto. De esta manera, el lenguaje controla parte de la dirección del discurso.
Un principio fundamental detrás del lenguaje y el discurso es que, debido a que el lenguaje controla en gran medida la dirección del discurso, las personas que aprenden a controlar el lenguaje también aprenden a manipular el discurso. Esto se conoce como gestión del discurso. Al formular una pregunta de una manera muy específica, por ejemplo, una persona puede obligar a otra persona a responder de una manera particular o incluso a detener el discurso por completo. Por tanto, el control del lenguaje es una herramienta para ganar y ejercer poder sobre los demás.
Una conexión importante entre el lenguaje y el discurso es que la cultura dicta la interpretación del lenguaje en gran medida. Por ejemplo, si alguien proviene de un área cristiana muy religiosa, podría verlo como irreverente si alguien que no es religioso usa la frase «mi Dios» con indiferencia. Esto puede conducir a malentendidos y conflictos, obstaculizando el discurso y la posterior construcción de relaciones. Normalmente, la evidencia de las creencias culturales que impulsan el lenguaje y el discurso está presente en otras partes de la vida de una persona.
La cultura siempre está cambiando y, como resultado, también lo está el lenguaje. Lo que es un discurso apropiado en un momento puede no serlo en otro momento. Un ejemplo es el uso de palabras y frases como «hinchar» o «son las rodillas de la abeja», que eran populares en la década de 1950 pero que han caído en desgracia. Según la interpretación actual de estas palabras y frases, una persona puede ver a otra persona que las utilizó en el discurso como anticuada o anticuada.
El género también tiene un gran impacto en el lenguaje y el discurso. Por ejemplo, en algunas culturas, las mujeres son vistas como ciudadanas de segunda clase o el sexo más débil. En estas culturas, a veces se considera muy grosero que una mujer entre en un discurso sin la invitación de un hombre. En otras culturas, se hacen más esfuerzos para crear la igualdad de género a través del lenguaje y, por lo tanto, fomentar diferentes reglas de participación del discurso, como la integración de pronombres neutrales de género.
Las conexiones entre lenguaje y discurso significan que no se puede estudiar el lenguaje en profundidad sin estudiar también el discurso. Estudiar estas áreas, a su vez, requiere una comprensión de los contextos culturales. Por eso la lingüística es un campo tan desafiante: el significado no es constante. Los lingüistas están constantemente tratando de descubrir exactamente cómo el lenguaje se adapta y ajusta las reglas del discurso.