En el estudio de la ética de la guerra, una guerra injusta se define como cualquier conflicto en el que una parte intenta imponer el dominio sobre otra. Esto puede llevarse a cabo por diversas razones, incluidas las ganancias económicas, el poder, la limpieza étnica o las diferencias religiosas. La teoría de la guerra injusta a menudo se contrasta con la teoría de la guerra justa presentada por los teólogos cristianos.
El principio detrás de la guerra injusta es simple: ninguna guerra está justificada. Según esta creencia, nunca hay una razón para la guerra o la batalla, y todos los conflictos pueden resolverse mediante la diplomacia mutua. La guerra se considera un acto inmoral que solo puede ser restringido por la moralidad de los individuos y sociedades dispuestos a comunicarse, negociar y resolver diferencias sin el uso de la violencia, el conflicto físico y la muerte.
Los gobiernos pueden intentar utilizar una variedad de razones para llevar a cabo una guerra. Estas razones, reales o ficticias, se utilizan para justificar cualquier intento de dominación, ya sea una ocupación, un ataque a gran escala o una guerra preventiva. El derecho de la guerra, a veces referido como las reglas de la guerra, puede o no entrar en juego cuando se decide entrar en una confrontación física; la ley de la guerra presenta razones justificables para iniciar una guerra, y es posible que un líder no siempre encuentre su razonamiento en estas leyes.
Desde la época del filósofo y estadista romano Cicerón, tanto los individuos como las sociedades han tratado de definir exactamente qué constituye una guerra justa y una guerra injusta. En la época medieval, los teólogos cristianos abordaron el caso de manera importante y comenzaron algunas de las primeras investigaciones morales y el diálogo sobre la guerra justificada e injustificada. La teoría que guía la guerra justa es que, aunque moralmente reprobable, a veces se requiere la guerra para resolver disputas.
Los defensores de la teoría de la guerra injusta, sin embargo, no están de acuerdo. Sienten que nunca hay una razón para ir a la guerra y, por lo general, hacerlo obedece a los deseos de los líderes que siguen sus instintos más básicos. El fallecido escritor y académico Howard Zinn señaló que muchos líderes sienten que la guerra no solo es «inevitable, sino deseable». Sienten, en cierto nivel, que la guerra fortalece a un país y le otorga autoridad, respetabilidad y atractivo patriótico.
Aquellos que siguen los principios de la guerra injusta identifican varias áreas clave que ilustran con precisión lo injustificable que es la guerra. Temas como las muertes de civiles y militares, las realidades del terrorismo, los presupuestos de defensa militar y la insensibilidad de los ataques apresurados se encuentran entre los más citados. Solo cuando los eventos que precipitaron estos problemas se remedian diplomáticamente, argumentan los defensores, se puede evitar la guerra, y estos puntos ilustran el altísimo costo de la guerra.