El síndrome de dispersión de pigmentos es una enfermedad hereditaria poco común en la que las motas de células pigmentarias se desprenden del iris de los ojos. Las motas pueden potencialmente alojarse en áreas de drenaje, lo que conduce a una acumulación de presión, problemas de visión y posiblemente glaucoma. El síndrome de dispersión de pigmentos se observa casi exclusivamente en varones de ascendencia caucásica de entre 20 y 30 años. No existe cura para el trastorno, pero la detección temprana y una combinación de tratamiento médico y quirúrgico pueden aliviar los síntomas y ayudar a prevenir complicaciones graves.
Los médicos no comprenden completamente por qué ocurre el síndrome de dispersión de pigmentos, pero se ha relacionado con un factor genético autosómico dominante. La afección se puede heredar si uno o ambos padres son portadores de un gen anormal. Los síntomas comienzan cuando los gránulos de pigmento en la parte posterior del iris se desprenden espontáneamente y flotan en el blanco de los ojos en un líquido llamado humor acuoso. En muchos casos, la dispersión es mínima y los gránulos pueden o no ser visibles durante un examen de la vista.
Las complicaciones solo ocurren cuando muchos gránulos se desprenden y se atascan en la red trabecular, los canales de drenaje del exceso de humor acuoso. Si los pigmentos bloquean los canales, se acumula líquido y aumenta la presión intraocular. Con el tiempo, la presión puede dañar el nervio óptico. El síndrome de dispersión de pigmentos puede provocar dolor en los ojos y la cabeza, visión borrosa y miopía. Puede ocurrir daño ocular permanente si la afección no se diagnostica y trata en las primeras etapas.
Dado que la mayoría de las personas con síndrome de dispersión de pigmentos no experimentan síntomas inmediatos, sus afecciones a menudo pasan desapercibidas. Un oftalmólogo puede notar signos de desprendimiento de pigmento en un examen ocular de rutina y luego decidir realizar más pruebas de diagnóstico para descartar otros problemas. Varios otros trastornos, incluida la diabetes y algunas formas de cáncer, pueden provocar la dispersión del pigmento. Un especialista puede realizar una serie de pruebas, que incluyen ecografías e inspecciones microscópicas, para confirmar un diagnóstico.
El tratamiento no siempre es necesario para las formas leves del síndrome de dispersión de pigmentos. A los pacientes que no presentan síntomas se les suele indicar que programen exámenes oculares periódicos para asegurarse de que sus afecciones no empeoren. Si ocurren problemas, un médico puede recetar gotas para los ojos para reducir la cantidad de humor acuoso y aliviar así la presión intraocular. La cirugía con láser para eliminar el pigmento de las áreas de drenaje y reparar las estructuras dañadas es necesaria en casos graves. La mayoría de los pacientes todavía tienen problemas de visión después de la cirugía, pero su vista suele mejorar significativamente en unas pocas semanas.