La terapia inmunomoduladora consiste en una serie de tres tipos de tratamientos para las enfermedades que afectan al sistema inmunológico humano, y más a menudo se la denomina simplemente inmunoterapia. Los tres tipos de estrategias de terapia inmunomoduladora implican el uso de fármacos inmunosupresores para reducir la acción natural del sistema inmunológico o el uso de fármacos inmunoestimulantes para mejorar su respuesta, y el uso de tolerógenos que condicionan el sistema inmunológico para tolerar tejidos como el de órganos trasplantados. Cada clase de tratamiento está diseñada para problemas específicos del sistema inmunológico. Los fármacos inmunosupresores y los tolerógenos se utilizan juntos para tratar enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple (EM) y los trasplantes de órganos en los que el cuerpo ataca su propio tejido. Los medicamentos inmunoestimulantes se administran para mejorar el sistema inmunológico en casos en los que está debilitado, como en el caso del cáncer, el SIDA y otras infecciones potencialmente mortales.
En los casos en los que la terapia inmunomoduladora se usa en un papel inmunosupresor, la terapia en sí puede operar algo en la oscuridad. Con la esclerosis múltiple, todavía se sabe poco sobre la patogénesis o el inicio y desarrollo de la enfermedad a lo largo del tiempo. El papel de la terapia inmunomoduladora en sí misma para aliviar parte del sufrimiento de tal condición también es poco conocido, pero el tratamiento ha sido el único método disponible que existe para ayudar a los pacientes con EM en 2004. Debido a los beneficios que ofrece a los pacientes crónicos pacientes enfermos, la terapia inmunomoduladora que consta de cuatro medicamentos inmunomoduladores y un medicamento inmunosupresor se ha administrado a pacientes en los EE. UU. desde 1993. Los tratamientos están aprobados por la Administración de Drogas y Alimentos de los EE. UU. (FDA), aunque no está claro un conocimiento completo de cómo funcionan .
Tanto con los tratamientos inmunoestimulantes como con los inmunosupresores, la premisa es que los efectos generales sobre el sistema inmunológico en general tendrán un resultado generalmente útil en el tratamiento de cualquier condición presente. La idea es que dichos medicamentos de terapia inmunomoduladora estimulan de manera inespecífica la acción del sistema inmunológico humano, aunque los médicos e investigadores no han podido rastrear los resultados directos de causa y efecto de los tratamientos a partir de 2011. El apoyo para continuar con tales tratamientos hasta la fecha ha sido completamente basado en evidencia empírica, o evidencia de experiencia y observación en el campo por profesionales médicos sin datos científicos y teorías exhaustivas que respalden sus suposiciones.
Debido a este enfoque empírico con la terapia inmunomoduladora, ha habido cierta controversia en el campo médico sobre si tales enfoques están realmente justificados. Esto es especialmente cierto en el caso del tratamiento de infecciones con animales de compañía, como las enfermedades cutáneas recurrentes, en las que se prescriben fármacos inmunoestimulantes. Tales condiciones pueden tener causas subyacentes que no se basan en un sistema inmunológico que funciona mal. Si se suspende el tratamiento, la condición puede regresar, por lo tanto, y el ciclo tendrá que continuarse nuevamente, ya que no fue causado por una inmunodeficiencia en primer lugar.