Los investigadores biomédicos siempre están buscando formas de ayudar a controlar el dolor crónico. Investigaciones anteriores han demostrado que el veneno tóxico producido por algunos animales contiene moléculas que impiden que el dolor se desboque a lo largo de las cadenas de células nerviosas humanas. Un analgésico llamado Ziconotide, por ejemplo, se desarrolló a partir del veneno de un caracol de mar tropical. El proceso de analizar el veneno mortal en busca de moléculas que bloquean el dolor fue laborioso hasta que los investigadores de Yale desarrollaron un método para identificar componentes beneficiosos. Este proceso, conocido como «intoxicación», se probó con éxito en una variedad de especies de tarántulas.
Del veneno al analgésico:
Al examinar más de 100 toxinas de araña, los investigadores buscaron una que bloqueara TRPA1, un canal iónico asociado con la inflamación y el dolor neuropático. Encontraron esa toxina en una tarántula de terciopelo verde peruana.
La investigación, financiada por los Institutos Nacionales de Salud y detallada en una edición de 2014 de la revista Current Biology, fue solo el primer paso en los esfuerzos del equipo para probar miles de toxinas para una efectividad similar.
“Lo más probable es que dentro de la gran diversidad de toxinas de las arañas encontremos otras que estén activas contra otros canales importantes para el dolor”, explicó el investigador Michael Nitabach.