En la superficie, es fácil suponer que solo hay pequeñas diferencias entre los dioses adorados por los griegos y aquellos que los romanos beatificaron. Doce dioses y diosas importantes se encontraban en el pináculo del Monte Olimpo de los griegos. Los romanos también centraron su mitología en torno a 12 dioses y diosas muy similares, por lo que muchos estudiosos han decidido que, al conquistar Grecia, los romanos adoptaron su mitología y cambiaron el nombre de los personajes centrales. Hay bastante verdad en esto, pero también hay algunas diferencias que son más profundas que un simple cambio de nombre en la relación entre la mitología romana y griega.
Los griegos tejieron muchas historias en torno a las aventuras de Zeus, Apolo, Afrodita y Ares, entre otros, desde las aventuras amorosas entre ellos hasta las aventuras amorosas con seres humanos que dieron como resultado una raza de héroes. Sus deidades mitológicas vivían en un universo misterioso que parecía a la vez de este mundo, aunque en lo alto de una montaña, y fuera de él. Los narradores griegos utilizaron las relaciones divinas para explicar eventos naturales e históricos, así como para entretenerse. Los dioses y diosas griegos eran, esencialmente, una telenovela helenística en la que cada nuevo capítulo se basaba en los anteriores.
Durante el período de 300 años de dominación romana, la mitología romana y griega se superpusieron y se fusionaron. Los romanos trajeron consigo su propio panteón, pero estaban intrigados por la rica cultura, la compleja sociedad y el glorioso arte de Grecia. Dondequiera que se pudiera establecer una conexión entre un dios o una diosa griega y romana, los romanos estaban ansiosos por forjarla. En su primera encarnación, la mitología romana continuó permitiendo que las deidades vivieran en el Monte Olimpo.
Con el tiempo, comenzaron a aparecer diferencias entre la mitología romana y griega. Esto es evidente en las diferencias entre los roles desempeñados por el griego Ares, dios de la guerra, y su personaje romano, Marte. Ares, el más antiguo de los dos, es vengativo, aterrador, violento y físico. Su naturaleza furiosa es atemperada por su hermana, Atenea, quien aporta estrategia, lógica y liderazgo al juego de guerra.
Para los romanos, Marte era un dios multitarea que presidía tanto los campos de batalla como los agrícolas. Como dios de la fertilidad, parte de este trabajo consistía en esparcir semillas, tal como lo hicieron los romanos al expandir su imperio a los rincones del mundo conocido. Marte subsumió la destreza de la griega Atenea en la estrategia militar y utilizó la guerra menos como un fin en sí mismo y más como una forma de negociar la paz. Otras diferencias entre la mitología romana y griega tenían que ver tanto con los aspectos más sutiles de la personalidad en los 12 dioses y diosas esenciales como en las generaciones de sus descendientes legítimos e ilegítimos.