La hidrofobia es un trastorno de ansiedad caracterizado por un miedo extremo a ahogarse. El pánico es generalmente tan intenso que puede tener un efecto perjudicial en la calidad de vida de una persona. A las personas con hidrofobia a veces les puede resultar incómodo ver una gran masa de agua o una piscina, y algunas incluso pueden asustarse con cosas más pequeñas, como una bañera o un lavabo llenos. Las personas con hidrofobia corren más peligro de ahogarse que otras personas que no saben nadar, porque su pánico puede ser tan intenso cuando se encuentran sumergidas. Cuando alguien tiene hidrofobia, generalmente se siente tan abrumada por el extremo de su respuesta emocional que tiene problemas para escuchar argumentos racionales contra el miedo.
Una de las diferencias entre la hidrofobia y el miedo regular al agua es el elemento físico de la reacción. Las personas con hidrofobia tienen un subidón de adrenalina bastante extremo, que puede provocar varias reacciones físicas, como sequedad de boca, sudoración y dificultad para respirar. Pueden sentir la necesidad de cerrar los ojos para evitar mirar el agua, y también pueden tener dificultades para hablar con otras personas o entender lo que alguien les dice.
La causa del trastorno varía, pero generalmente ocurre debido a alguna experiencia pasada, a menudo una que tuvo lugar durante la infancia. Un ejemplo común sería alguien que estuvo a punto de ahogarse o caer al agua cuando era demasiado pequeño para comprender lo que le estaba sucediendo. Experiencias extremas como esta pueden potencialmente hacer que una persona haga asociaciones permanentes sobre causa y efecto, y estas asociaciones pueden conducir a un comportamiento irracional más adelante en la vida.
Tratar solo con la hidrofobia puede ser peligroso debido al riesgo de ahogamiento. La mayoría de los tratamientos eventualmente implicarán sumergir a una persona en agua, y eso generalmente requerirá supervisión. Los adultos con hidrofobia por lo general no buscan tratamiento; esto suele ser cierto con muchas fobias, porque los que la padecen tienen tanto miedo que incluso la idea de un tratamiento puede ser demasiado aterradora para contemplarla. Los padres a menudo envían a sus hijos a terapia y, debido a esto, los métodos de tratamiento más efectivos generalmente se diseñaron pensando en los niños.
El enfoque más común es exponer gradualmente a la persona al agua mientras lo ayuda a lidiar con los desencadenantes mentales que crean su miedo. Las personas pueden comenzar con algo como una sauna o una bañera y gradualmente ir subiendo hasta fuentes de agua más grandes, como piscinas y lagos. El terapeuta intentará desarrollar un buen nivel de comodidad en cada paso antes de continuar. Con este método, algunas personas pueden deshacerse por completo de la fobia, mientras que otras solo pueden hacer que el miedo sea menos paralizante. Las tasas de éxito pueden variar mucho porque la intensidad de las fobias puede ser diferente de una persona a otra.