La tensión ocular a menudo se denomina presión intraocular. Es la presión de los fluidos gelatinosos, como el humor acuoso y el humor vítreo, contra las túnicas del ojo. Las túnicas son las capas protectoras alrededor del ojo y se conocen como esclera, coroides y retina. Una presión normal de estos fluidos contra las túnicas es esencial, porque es la fuerza que da forma a los globos oculares. Sin embargo, el exceso o la presión reducida pueden provocar problemas como hipertensión ocular o hipotonía ocular.
El humor vítreo es el líquido gelatinoso entre el cristalino y la retina, y su función principal es mantener la forma del ojo. Entre la lente y la córnea se encuentra el humor acuoso, que también ayuda a mantener la tensión ocular y proporciona nutrientes esenciales a los tejidos circundantes. El fluido acuoso fluye constantemente dentro y fuera de esta área en cantidades iguales, lo que ayuda a mantener la presión correcta. Si los fluidos no pueden drenar adecuadamente, o si se produce un exceso de líquidos, a menudo se produce una presión alta, lo que se conoce como hipertensión ocular.
La hipertensión ocular es un factor de riesgo importante para el glaucoma, que eventualmente puede conducir a la ceguera si no se atiende a tiempo. El riesgo de desarrollar hipertensión ocular aumenta con la edad, pero también se ha relacionado con la genética, inflamaciones oculares, ciertos medicamentos y otros problemas de salud física. Además, el consumo de alcohol y cafeína, así como los cambios en la presión arterial también pueden afectar negativamente la tensión ocular. El ejercicio como correr, caminar, yoga y Pilates, junto con la ingesta adecuada de líquidos, puede ayudar a mantener la tensión ocular a un nivel saludable de 10-20 milímetros de mercurio (mmHg).
Si la tensión ocular cae por debajo de los 5 milímetros de mercurio, se produce un globo ocular desinflado, conocido como hipotonía ocular. Esta condición ocurre si se drenan más líquidos de los que el cuerpo puede producir. Puede ocurrir como resultado de una lesión en el ojo, deshidratación, flujo sanguíneo bajo, inflamación o desprendimientos de retina regmatógenos.
Se usa un tonómetro para medir la presión del ojo. Existen varios tipos, como un tonómetro de aplanamiento y un tonómetro de rebote. Ambos entran en contacto con el ojo y, por lo tanto, requieren que se aplique un anestésico en el ojo antes de que se pueda ejercer presión. Otro tipo de tonómetro es el analizador de respuesta ocular, que no entra en contacto con el ojo, sino que simplemente mide el desplazamiento de la córnea a medida que se aplica una neblina de aire a presión.