Las fábricas de todo el mundo que quieren ayudar a detener la contaminación tienen dos opciones básicas: trabajar para controlar la contaminación existente y tratar de prevenir la contaminación futura. En muchos países, las fábricas están obligadas a cumplir con ciertas leyes ambientales; otros deben implementar sus propios métodos autoimpuestos para detener la contaminación. Por lo general, sus objetivos son minimizar el daño causado por los contaminantes existentes e intentar prevenir una mayor contaminación modificando sus prácticas industriales. Una opción relacionada es vender subproductos específicos como materias primas a otras industrias.
La contaminación del aire generalmente toma la forma de humo o smog, pero a veces los contaminantes son invisibles a simple vista. Los contaminantes pueden incluir partículas en el aire, así como aerosoles sólidos y líquidos; Otros contaminantes comunes del aire incluyen óxidos de azufre, hidrocarburos y monóxido de carbono, que son producidos por actividades industriales como la quema de carbón. Para ayudar a detener la contaminación, una fábrica puede modificar sus procedimientos o utilizar diferentes equipos. Por ejemplo, los filtros de las chimeneas pueden ayudar a detener la contaminación al atrapar sustancias nocivas y limpiar los vapores antes de que lleguen al aire. Además, una fábrica podría reducir las emisiones de monóxido de carbono, por ejemplo, quemando gas natural en lugar de petróleo o carbón.
La contaminación del agua daña a los animales y las plantas que viven en ríos, arroyos y océanos. Las fábricas pueden ayudar a detener la contaminación al tratar las aguas residuales y otros desechos antes de liberarlos al medio ambiente. Además, las plantas de tratamiento de agua limpian el agua contaminada y agregan productos químicos para que se considere segura para la vida silvestre y, a menudo, para el uso humano. En los EE. UU. Y en el extranjero, las regulaciones internacionales prohíben el vertido de materiales peligrosos en el agua del océano. Estados Unidos también es uno de los muchos países sujetos a la legislación federal que exige prácticas específicas contra la contaminación.
Además de modificar sus prácticas industriales, muchas fábricas intentan detener la contaminación vendiendo ciertos contaminantes como subproductos. En lugar de ser desechados, los subproductos se reciclan o se reutilizan como materia prima para otro producto. Un ejemplo documentado recientemente demuestra la conversión de “escoria”, un subproducto de la fabricación de acero, en una materia prima útil para la fabricación de cemento. El beneficio medioambiental más notable de estas ventas fue la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Si bien estos esfuerzos para detener la contaminación podrían haber aliviado algunos problemas, no los han eliminado. El cambio climático, por ejemplo, sigue siendo una preocupación para todos los países y, a menudo, no está claro si ciertas medidas anticontaminación han sido efectivas. En muchos países industrializados, el objetivo final es prevenir la contaminación por completo, en lugar de tener que gestionarla.