La investigación mundial sobre la pobreza y las enfermedades muestra conexiones claras entre los bajos ingresos y las enfermedades prevenibles o fácilmente tratables. Grupos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) analizan las condiciones conocidas como “enfermedades de la pobreza” porque se ven principalmente en poblaciones de bajos ingresos y abordar la pobreza puede aliviar algunas de estas condiciones. Además de ser un problema en los países en desarrollo, la pobreza y la enfermedad también pueden cruzarse en las comunidades de bajos ingresos del mundo desarrollado. Por ejemplo, el “cinturón de la diabetes” del sur de EE. UU., Donde la incidencia de esta enfermedad es alta, también imita la distribución de ingresos, lo que muestra cómo la pobreza puede aumentar el riesgo de diabetes.
Hay varias formas en las que la pobreza y la enfermedad se cruzan. Una es que la pobreza puede contribuir a un saneamiento deficiente, lo que hace posible que las enfermedades se propaguen más fácilmente dentro de una comunidad. Las áreas sin un suministro adecuado de agua dulce, áreas seguras para usar el baño y fuentes limpias de alimentos pueden experimentar una mayor incidencia de enfermedades prevenibles como diarrea e infecciones parasitarias. Un saneamiento deficiente también puede contribuir a la evolución de nuevas generaciones de enfermedades que pueden ser difíciles de tratar.
La desnutrición también es una enfermedad de la pobreza, asociada con la incapacidad de acceder a suficientes alimentos para sobrevivir. Las enfermedades que se pueden prevenir con vacunas como la poliomielitis y la tos ferina son una preocupación en las comunidades de bajos ingresos donde los residentes no pueden acceder a la atención. Asimismo, las condiciones que pueden manejarse con medicamentos y tratamiento, como la tuberculosis y el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), son peores en las comunidades de bajos ingresos. En todos estos casos, existe un vínculo claro entre la pobreza y la enfermedad, donde el acceso a la prevención y el tratamiento está limitado por los ingresos.
Aquellos en comunidades donde los ingresos son bajos tienden a tener logros educativos más bajos. Es posible que las personas no se gradúen de la escuela y menos personas vayan a la universidad. Los niveles de educación más bajos pueden contribuir a la propagación de enfermedades, ya que es posible que las personas no entiendan cómo prevenir o tratar las enfermedades en sus comunidades. Las campañas de divulgación de salud pública muestran que intervenciones simples como la educación nutricional pueden tener un impacto profundo en las comunidades empobrecidas.
La comprensión de la conexión entre pobreza y enfermedad ha existido durante siglos. En la era victoriana, por ejemplo, muchos trabajadores sociales hicieron campaña en áreas empobrecidas de ciudades como Londres, mostrando cómo el saneamiento deficiente causado por la pobreza contribuyó al brote de enfermedades. Este sigue siendo un tema de investigación en comunidades de todo el mundo a medida que las organizaciones trabajan para mejorar el acceso a la atención médica.