Una fístula enterocutánea es una conexión anormal entre el intestino grueso o delgado y la piel, y permite que el contenido del tracto intestinal se escape del cuerpo a través de un corte, una abertura o una herida. La afección se produce debido a procedimientos quirúrgicos, lesiones o enfermedades traumáticas. Las fístulas enterocutáneas son difíciles de tratar y tienen una alta tasa de mortalidad.
La condición puede ocurrir por varias razones. Una fístula enterocutánea puede ocurrir después de una operación quirúrgica. Los pacientes que reciben terapia contra el cáncer en forma de radiación abdominal corren el riesgo de desarrollar una fístula enterocutánea. Las personas que tienen afecciones inflamatorias del intestino y las personas que han recibido heridas en el abdomen a través de una lesión traumática, como una puñalada o una herida de bala, también están en riesgo.
Un paciente que tiene una fístula enterocutánea puede tener niveles altos de glóbulos blancos, fiebre, dolor a la palpación en el área abdominal y un drenaje evidente de materia intestinal de la herida. Algunos pacientes se deshidratan o desnutridos. Otros desarrollan infecciones en el sitio de la lesión.
La sepsis, que es una enfermedad causada por bacterias en el torrente sanguíneo, es una complicación grave de la fístula enterocutánea. Los órganos principales del cuerpo se apagan y el cuerpo entra en estado de shock debido a los niveles bajos de presión arterial. La sepsis puede provocar la muerte.
Un médico puede diagnosticar una fístula enterocutánea examinando los síntomas físicos del paciente. También podría realizar pruebas adicionales para averiguar exactamente dónde se produjo la fístula. Varias de estas pruebas incluyen estudios de contraste gastrointestinal, tomografías computarizadas (TC) y ecografías.
Los médicos abordan la afección drenando la herida con absceso y dando al paciente nutrientes y líquidos para combatir los desequilibrios nutricionales y la desnutrición. También pueden recetar antibióticos para controlar las infecciones. Las fístulas que no responden a la terapia dentro de cuatro a seis semanas requieren métodos de tratamiento más drásticos.
Los cirujanos pueden operar la fístula para cerrarla si es necesario, especialmente si la herida parece estar creciendo más infectada o está desarrollando gangrena. Es posible que necesiten extirpar parte del tracto intestinal y la fístula para controlar la infección si la herida no cicatriza. Los médicos también pueden cerrar las fístulas enterocutáneas con pegamento de fibrina, que es un adhesivo biológico.
El pronóstico de recuperación varía según el paciente. La tasa de mortalidad suele ser del 5 al 20 por ciento. La mayoría de los pacientes que sucumben a complicaciones de fístulas enterocutáneas suelen perder la vida debido a la pérdida de líquidos o electrolitos, infecciones por sepsis y desnutrición. Las personas que en general estaban sanas antes de desarrollar una fístula tienen excelentes posibilidades de recuperarse por completo.