Los péptidos antibacterianos son cadenas cortas de aminoácidos que el cuerpo usa para matar bacterias infecciosas. Son parte de la respuesta inmune innata del cuerpo, por lo que no son específicos en su acción. A veces, estos péptidos se denominan péptidos antimicrobianos, porque son capaces de matar otros organismos como virus y hongos, así como células tumorales.
En promedio, los péptidos antibacterianos consisten en cadenas de solo 15 a 45 residuos de aminoácidos. Son ácidos, por lo que tienen una carga positiva. El tamaño y la carga de estos péptidos tienen implicaciones importantes para su papel en la inmunidad. La fabricación de estos péptidos dentro de las células inmunes puede tener lugar rápidamente debido a su pequeño tamaño. Esto permite que el cuerpo cree grandes cantidades de péptidos para combatir grandes cantidades de bacterias que se dividen rápidamente.
La mayoría de las bacterias tienen una membrana celular cargada negativamente. Los péptidos antimicrobianos, que tienen una carga positiva, se sienten atraídos por ellos. Las células huésped del cuerpo tienen colesterol en la superficie que hace que sean neutrales, por lo que estos péptidos no se dirigen a ellas.
Debido a sus diferencias estructurales, los péptidos antibacterianos tienen muchas formas de matar bacterias. Pueden abrir poros en la membrana celular bacteriana, o pueden ingresar a la membrana y actuar en su interior. Una vez dentro de una bacteria, estos péptidos pueden dañar los orgánulos bacterianos, evitar la replicación del ADN o interferir con la división celular.
Con pocas excepciones, estos péptidos siempre concluyen sus acciones causando una ruptura de la membrana celular conocida como lisis. Este proceso destruye las bacterias por completo. Sin embargo, muchas veces, estos péptidos en realidad han matado a la bacteria por otros medios antes de que ocurra la lisis.
Hay otras funciones que realizan los péptidos antibacterianos además de la destrucción directa de organismos infecciosos. Los péptidos pueden ayudar a sanar las heridas, hacer que las células inmunes cercanas expresen diferentes genes o tomar ciertas acciones contra los gérmenes cercanos. Pueden actuar como moléculas de señalización que hacen que las células inmunes estimulen a más células a llegar al sitio de la lesión. Todas estas acciones contribuyen a eliminar la infección del cuerpo.
Las bacterias pueden volverse resistentes a algunos péptidos, al igual que pueden volverse resistentes a los antibióticos. La resistencia generalmente toma la forma de cambios en su superficie celular, lo que dificulta que los péptidos los reconozcan y los ataquen. Sin embargo, en general, el cuerpo puede superar estos mecanismos de defensa. Hay cientos de tipos de péptidos antibacterianos producidos en el cuerpo, con ligeras variaciones en forma y función. Tal variedad permite que el cuerpo combata la infección incluso ante la resistencia.