La inversión ética implica canalizar fondos de inversión personales en empresas que coincidan con las opiniones morales, religiosas, sociales o incluso políticas del inversor. Es una forma de conciliar las creencias personales con una estrategia de inversión para que el individuo pueda sentirse completamente cómodo en cómo se obtienen los rendimientos. Por ejemplo, las industrias populares que figuran en la lista negra que sufren el desdén del inversionista ético incluyen compañías de alcohol y tabaco, así como compañías involucradas en juegos de azar, armamento o aborto.
La inversión ética ayuda al inversor a adoptar una postura sobre cuestiones que no tienen nada que ver con las ganancias. Se adentra en el ámbito de la moral y los males sociales. A partir de la década de 1990, la inversión ética se asoció en gran medida con la preservación del medio ambiente debido al aumento de la conciencia en esa área. Sin embargo, invertir con conciencia comenzó mucho antes que esta era.
Ya a mediados de la década de 1700, John Wesley, uno de los miembros fundadores de la Iglesia Metodista, habló claramente sobre el tema de la inversión ética. Aconsejó que el dinero no debe usarse de manera que pueda dañar la salud de vecinos y amigos y se manifestó en contra de las industrias de curtido y otras compañías químicas. Cada siglo e incluso década trae el foco a una preocupación ética diferente que está en sintonía con los tiempos. En el pasado, los inversores éticos han evitado poner dinero en compañías que apoyaban el apartheid, la guerra, el genocidio e incluso la explotación de recursos naturales, desde diamantes hasta madera.
Para comenzar con la inversión ética, los inversores deben resaltar sus principios. También deben tomar nota de las cosas positivas que les gustaría ver florecer en su sociedad. Esto proporcionará un buen punto de partida para un grupo de posibles empresas en las que invertir. El siguiente paso, por supuesto, es evaluar a estas empresas sobre la base de criterios normales de inversión.
Existe un debate popular sobre si la inversión ética debe significar una aceptación de menos ganancias o un retorno de la inversión menor que el promedio. Por ejemplo, la inversión verde alguna vez se pensó como un sacrificio personal porque se sentía que las empresas tendrían que gastar demasiado de sus ganancias para alinearse con tecnologías más limpias para ser viables. Sin embargo, se ha demostrado que este miedo, como muchos otros, no tiene fundamento, ya que hay muchas compañías que son ecológicas y rentables. Para asegurarse de que las decisiones de inversión éticas estén posicionadas para obtener la mayor ganancia, es mejor hacer una investigación exhaustiva o consultar a un asesor financiero registrado.
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