La función de la corteza frontal en la anatomía humana es variada e importante. La corteza frontal, o lóbulo frontal, se encuentra entre las diferentes regiones que juntas comprenden la corteza cerebral, la capa externa del cerebro. Esta corteza está involucrada principalmente en los procesos de razonamiento superior del cerebro y está involucrado en la toma de decisiones, la moral y la personalidad.
La corteza cerebral está formada por la corteza frontal, los lóbulos temporales, los lóbulos parietales y el lóbulo occipital, en total, lo que equivale a seis regiones ampliamente categorizadas. Este lóbulo particular se encuentra en la parte frontal o anterior del cráneo, o encima de las cejas. Este lóbulo se puede dividir en cuatro categorías: partes laterales, polares, mediales y orbitales. Estas partes están separadas por canales y picos, conocidos como sulci y gyri. Estas grietas y protuberancias son las que característicamente le dan al cerebro su apariencia plegada.
El razonamiento y el procesamiento son los papeles más importantes de la corteza frontal. Muchas de estas tareas son de naturaleza subjetiva, por lo que se cree que tienen efectos drásticos en las características de la personalidad. Ejemplos de tales problemas son determinar el comportamiento bueno versus malo, aceptable o inaceptable, así como las similitudes y diferencias entre las cosas. Otra función de la corteza frontal es la retención de la memoria a largo plazo basada en eventos y la participación en el sistema límbico.
Debido a la naturaleza compleja de la neurofisiología, la función de la corteza frontal en el sistema límbico no se comprende completamente. La evidencia sugiere, sin embargo, que está involucrada en cierta capacidad. Se cree que el lóbulo frontal es una estructura altamente evolucionada, y solo está presente en mamíferos muy avanzados.
El daño al cerebro puede resultar en una deficiencia en la función de la corteza frontal. Esto suele ser de naturaleza traumática o farmacéutica. La manifestación de estas deficiencias es variada, pero tiende a ejemplificarse como una reducción en la espontaneidad, cambios extremos de tendencia social y dificultad para manejar los riesgos. Además, las habilidades creativas pueden aumentar o deteriorarse significativamente, el interés sexual puede cambiar y las funciones sensoriales pueden disminuir.
Hay, por supuesto, otros efectos secundarios, pero la mayoría ocurren en la misma línea. Por ejemplo, ha habido una serie de casos documentados con respecto al trauma en el lóbulo frontal con cambios severos de personalidad entre las víctimas. Una persona pasiva, por ejemplo, puede adquirir un comportamiento severamente violento, o un pacifista puede encontrar una afinidad por la carnicería.