¿Qué es un ataque de asma?

El asma es una afección respiratoria crónica en la que la constricción inflamatoria de las vías respiratorias reduce el flujo de aire a los pulmones, lo que provoca dificultad para respirar, sibilancias y tos. Un ataque de asma es un proceso fisiológico que ocurre cuando una persona con asma entra en contacto con una sustancia desencadenante. Durante un ataque de asma, se desencadena una serie de eventos que provocan la constricción de las vías respiratorias y dificultad para respirar. Las personas con asma suelen usar medicamentos para reducir la frecuencia y la gravedad de los ataques, y usan medicamentos adicionales durante los ataques para evitar que las vías respiratorias se estrechen peligrosamente.

A nivel mundial, el asma es la enfermedad crónica más común de la niñez. Es una enfermedad crónica común en todos los grupos de edad. Se estima que entre el 2 y el 10 por ciento de la población se ve afectada en las naciones industrializadas. En todo el mundo, aproximadamente 300 millones de personas padecen la enfermedad.

Varios tipos de células del sistema inmunológico, incluidos los mastocitos, macrófagos, neutrófilos y eosinófilos, desempeñan un papel en la fisiopatología del asma. Estas células intervienen en la mediación de reacciones inflamatorias agudas y crónicas, y son fundamentales para el desarrollo del asma y la inflamación que se produce durante un ataque de asma. Muchas sustancias pueden desencadenar un ataque, incluido el polvo, el polen, el moho, el humo, el pelo de los animales, la caspa de los animales y los vapores químicos.

Cuando alguien con asma entra en contacto con una sustancia desencadenante, su sistema inmunológico se activa para provocar una reacción que es prácticamente inmediata. Esta reacción es un ataque de asma, durante el cual la reacción inmunitaria a la sustancia desencadenante hace que las vías respiratorias se hinchen y se estrechen. Varios tipos de células inmunitarias secretan sustancias proinflamatorias y los músculos de las vías respiratorias comienzan a contraerse con fuerza, lo que provoca una mayor constricción. Al mismo tiempo, las células de las vías respiratorias comienzan a producir un exceso de moco, lo que las estrecha aún más y provoca congestión. Todos estos eventos sirven para constreñir y congestionar las vías respiratorias y dificultar la respiración.

Los objetivos del tratamiento del asma son reducir la frecuencia de los ataques y reducir la gravedad de los ataques que ocurren. Esto se consigue con medicamentos como antiinflamatorios y broncodilatadores. Los medicamentos antiinflamatorios ayudan a reducir los síntomas crónicos del asma, como la tos y las sibilancias, al reducir la inflamación. Durante un ataque de asma, se utilizan broncodilatadores para ensanchar las vías respiratorias y facilitar la respiración.

Muchas personas con asma descubren que los ataques son más frecuentes por la mañana o por la noche. Además, una persona con asma tiene un mayor riesgo de sufrir un ataque si tiene una infección respiratoria. La frecuencia de los ataques se puede reducir evitando las sustancias desencadenantes conocidas. En particular, evitar el humo del cigarrillo es una medida preventiva importante para los niños con asma.