Una falacia de acento ocurre cuando el significado de una oración puede tomarse de dos maneras diferentes dependiendo de si se enfatiza una palabra específica. La falacia del acento, que aparece con frecuencia en el habla, también se puede ver claramente en las obras escritas. Esta falacia recibe el nombre de acento porque la definición original de Aristóteles incluía solo aquellas oraciones con acento variable en una palabra específica. Las definiciones modernas, sin embargo, incluyen acentos en palabras completas o grupos de palabras.
La falacia del acento cae en la categoría de falacias de ambigüedad. La ambigüedad conduce a suposiciones falsas sobre la declaración realizada. A menudo se hace creer al lector o al oyente que la declaración original en realidad significaba lo contrario de lo que se pretendía que significara.
A veces se dice que es un fenómeno estrictamente vocal, la falacia también se produce por escrito o cuando se reimprime el discurso. Por ejemplo, un letrero que anuncia un producto gratuito en letras grandes y en negrita, pero que tiene en letras más pequeñas que el producto gratuito solo está disponible con una compra de 20 dólares es un ejemplo de una falacia de acento. Un grupo de palabras se enfatiza mucho sobre otro, lo que lleva al lector a una creencia inexacta.
A menudo, un comentario hablado se imprimirá o repetirá sin el énfasis deseado, lo que dará lugar a declaraciones mal interpretadas. Por ejemplo, si alguien le pregunta a otro «¿te gustó el baile de la mujer?» la persona a la que se pregunta podría responder: «Disfruto de bailar con habilidad». Sin un énfasis claro, esta afirmación puede tomarse como un sí. El encuestado disfrutó del baile. Sin embargo, si el hablante enfatiza la palabra habilidad, «Disfruto con los bailarines con habilidad», la respuesta termina en negativa.
La falacia también puede sacar una oración de contexto. Por ejemplo, decir «llegó a tiempo al trabajo el martes» en respuesta a la pregunta «¿Llegó a tiempo el martes?» puede que no influya en si «ella» normalmente llega a tiempo al trabajo. Sin embargo, si uno pone énfasis en la palabra “martes” u omite la pregunta sobre el día específico, un lector u oyente puede concluir que el “ella” en la oración normalmente no llega a tiempo.
Al escribir, la falacia del acento se puede evitar o promulgar colocando palabras específicas en negrita o cursiva para cambiar o aclarar el significado de la oración. Alternativamente, dejar palabras que deben enfatizarse sin énfasis también conduce a esta falacia. En el habla, la repetición intencionada o no intencionada de declaraciones con énfasis en la diferencia puede llevar a la falacia del acento.